Y paso ahora a la página 51 del libro, donde está el capítulo
de la LIBERTAD CRISTIANA: LIBRES DEL PECADO. LIBRES PARA DIOS
"El hombre lleva en lo más hondo de su ser un imperioso
anhelo de libertad." Pero, ¿qué quieren? El hombre se entrega, a veces
conscientemente, a veces inconscientemente a la esclavitud, a las cadenas de
sus propias pasiones, a las ataduras del propio pecado. El siguiente párrafo
es importantísimo:
"La verdadera y plena libertad no consiste en ser libre
respecto de otros, no consiste en ser libre de otros, sino en ser libre de las
cadenas propias y personales."
Nosotros somos como esclavos de nosotros mismos. Muchas veces de
nuestros gustos, de nuestras maneras de ver, de nuestras opiniones. Es bueno
tener opiniones personales, pero es diferente ser esclavos de nuestras
opiniones. Y entonces uno sufre mucho, porque si yo pienso de una manera y mi
compañera piensa de otra manera, entonces vivo angustiosamente, porque no
esclavizo a mi compañera con la idea de la que soy yo esclava. Quiero que la
otra persona sea tan esclava como yo de mi propia idea. En cambio, dice uno,
no, yo no quiero ser esclavo de mí misma ni de mis ideas, entonces soy libre y
tengo mis ideas, pero no esclavizado por ellas.
Jesús es nuestro liberador. "Él me ha enviado, dice
Jesús, para proclamar la liberación a los cautivos." (Lc 4,18) Y fue
el proyecto de acción de Jesús: liberar a los cautivos. Si Jesús nos
liberara este día de alguna cosita que debemos ser libres. Y, ¿saben?, sobre
todo una cosa: que nos dé como la luz para descubrir nuestras esclavitudes.
Jesús es el Gran Liberador, Maestro de la Verdad.
Jn 8,32: "Si conocéis la verdad, la verdad os
hará libres."
Y allí mismo, en el siguiente párrafo dice:
Jn 8,36: "Si el Hijo os hace libres, seréis libres en realidad." ¡Qué felicidad si el Señor nos hace libres!
Y allí mismo, en el siguiente párrafo dice:
Jn 8,36: "Si el Hijo os hace libres, seréis libres en realidad." ¡Qué felicidad si el Señor nos hace libres!
Jesús, Víctima de expiación. No insisto en esto, pero Él nos
hizo libres, sobre todo libres del pecado, dando su vida por nosotros.
En la libertad juega un papel importantísimo el Espíritu
Santo. El Espíritu Santo es el Espíritu de la libertad. El Espíritu Santo es
agua divina que lava:
Ez 36,25: "Os rociaré con agua pura y
quedaréis purificados."
El Espíritu Santo es agua purísima que lava. ¡Más aún! El
Espíritu Santo es fuego ardentísimo que purifica. Y cuando el Espíritu Santo
nos lava, cuando el Espíritu Santo como fuego nos purifica, entonces nos hace
libres de pecado, nos hace libre de escorias que deja el pecado y entonces
gozamos de verdad de libertad.
Ga 4,6-7: "Dios ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que grita: ¡Abbá, ¡Papá! De modo que ya no
eres esclavo sino hijo, y si hijo también heredero de Dios."
La tarea purificadora del Espíritu Santo, o liberadora del
Espíritu, no acompaña en todos los momentos y circunstancias de nuestro
caminar. Nadie diga. "A mí ya me liberó el Espíritu Santo." Espérate,
no sea que mañana te esclavices y tenga nuevamente que liberarte, ¿verdad? La
libertad que nos da el Espíritu es una obra contínua.
Al final de ese número 3: "El Espíritu Santo y la
libertad", está la palabra de San Pablo:
2Co 3,17: "Donde está el Espíritu
del Señor, allí está libertad."
Cristo nos quiere libres.
"La primera esclavitud es la que nace de sistemas y
estructuras opresoras y se da en el campo político, económico, social,
cultural." Ojalá Dios nos libere de eso, pero muchas veces uno no puede
liberarse de esas cosas. Está metido en un sistema.
"La segunda es la esclavitud que se origina en nuestro
propio interior y viene, o del pecado" (¿más o menos vieron dónde está
eso?)
- Sí.
- En el número cuatro, párrafo segundo.
- Sí.
- En el número cuatro, párrafo segundo.
"La segunda es la esclavitud que se origina en nuestro
propio interior y viene, o del pecado personal o bien, atención, de un
régimen de leyes humanas, cúmulo de normas que nos imponen, o nos imponemos y
que sofocan la libertad del Espíritu."
No nos sofoquemos con cosas que nos impongamos, ni nos dejemos
sofocar por otras personas. Hay alguna persona líder y estructurada, y
entonces hace su estructura, ella misma se esclaviza en su estructura, pero se
siente sola, y entonces comienza un trabajo de persuasión y, como es líder,
entonces comenzará su ejérci- to de esclavas. Y es tristísimo eso, porque
entonces no soy esclavo yo de Dios, sino soy esclavo de una persona; y ni
siquiera de la persona, sino del cúmulo de cosas que esa persona me ha
impuesto.
Libertad no quiere decir libertinaje (eso lo dejamos aparte), y
en el número 6: "LIBRES PARA LA SANTIDAD".
Es muy importante esto: Libres del pecado, libres para Dios.
Libres de, pero libres para. "La libertad del pecado y de normas sofocantes
no propicia, o no debe propi- ciar inercia, inactividad, egoísmo,
pereza," no trabajar, déjeme libre, y entonces, cuando uno no trabaja,
siendo libre, cae en la esclavitud de la pereza. Así que la esclavitud por
cualquier lado nos acosa.
"El cristiano, liberado de los impedimentos que lo ataban,
se ve capacitado para dedicarse con fervor a otro servicio: al servicio de Dios
y al servicio de los hermanos."
Comenzando siempre (subrayo cantidad) el compromiso de la propia
casa de la propia familia. Es la realización de esa palabra de San Pablo:
Ga 5,6: "La fe actúa por la caridad."
En el número 7 subrayo nada más dos conceptos:
Jesús nos quiere libres, libres interiormente de nuestros
pecados, de nuestras inclinaciones, de nuestro yo, de nuestro egoísmo; porque
todas esas esclavitudes impiden nuestra felicidad. Yo lo que quiero de ustedes
es que sean felices. Lo que ambiciono es que sean felices. Y si Dios nos
concede la gracia de la ver- dadera libertad, que no es ociosidad ni
libertinaje, no nos dejemos nuevamente oprimir bajo el yugo de la esclavitud.
San Pablo habla de las armas de la luz y de las armas de Dios.
¿Cuáles son esas armas de la luz? Cito el texto porque es un texto bueno, aun
cuando no quiero proponerlo como un programa de trabajo:
Ef 6,14-17: "¡De pie!, pues, ceñida
vuestra cintura con la verdad, revestidos de la justicia como coraza, calzados
los pies con el celo por el evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo
de la fe, tomando el yelmo de la salvación, la espa- da del Espíritu que es
la Palabra de Dios."
Cada quién pídale al Espíritu Santo cuáles son las virtudes
o las armas con las cuáles cada uno de nosotros debe adquirir la libertad de
los hijos de Dios.
Resumiendo este tema: Dios nos ha llamado a ser libres.
¿Fundamentalmente libres de qué? Libres del pecado.
Segundo: libres de preocupaciones innecesarias. ¿Se entiende
esto? Le pido al Espíritu Santo que les dé luz a cada una para que se aplique
las palabras que estoy diciendo: libres de preocupaciones innecesarias.
Tercero: la libertad no se opone al intenso trabajo por cumplir
la voluntad de Dios en el estado en que Él nos ha colocado. La libertad no es
flojera. La libertad invi- ta a la actividad.
En definitiva, la palabra del Apóstol con la que comenzábamos
esta reflexión dice:
1Co 7,32: "Yo los quisiera libres de
preocupaciones."
¿Para qué? Para cumplir la voluntad de Dios y para el servicio
y la gloria de Dios y de nuestros hermanos.