HACIA LA UNION TRANSFORMANTE (cont.)
Todo esto es un programa excelente de vida espiritual.
Todo esto es un programa excelente de vida espiritual.
Colosenses 3,10. Vean ustedes cuántos textos que nos hablan de
lo mismo en una u otra forma. Colosenses capítulo 3 versículo 10:
-
Col 3,10: "Revestíos del hombre nuevo
que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto según la imagen
de su Creador."
La obra del Espíritu: Vamos revistiéndonos del hombre nuevo,
revestirse de Cristo, que se va renovando, perfeccionando, hasta
alcanzar un conocimiento perfecto o un parecido perfecto.
Otro texto:
Otro texto:
Col 4,12: "Os saluda Epafras, vuestro
compatriota, siervo de Cristo Jesús, que se esfuerza siempre a favor vuestro
en sus oraciones, para que os mantengáis perfectos cumplidores de toda
voluntad divina."
Hace días leíamos, me parece que en alguna de las misas
celebrada aquí, la página de la Vid y de los Sarmientos. Cómo es bueno
traerla a nuestra memoria. Fíjense que el Bautismo y el querer seguir a Cristo
es como ser sarmiento de la vid que es Jesús. Es una de las compara- ciones
más audaces de Jesús, porque dice: "Yo soy la vid, vosotros sois los
sarmientos" (Jn 15,5), pero los sarmientos son la vid, ¿o no? Uno,
cuando ve una vid, no dice "aquí está el tronco y aquí están los
sarmientos", sino sencillamente "aquí está la vid, la vid".
Está for- mada por el tronco, las ramas, las ramitas y los racimos. De tal
manera que hay una unidad, una unión estrechísima entre Jesús y cada uno de
nosotros. Y lo que es impresionante es que las grandes ramas de la vid, del
tronco sobre todo, el tronco no da frutos, ¿o sí? El tronco no da frutos. El tronco echa los ramitos y
luego de los ramitos son los que se cuajan con los racimos de uvas, pero,
según la parábola, la alegoría de Jesús, un sarmiento que no da fruto y
que comienza a secarse... ¿Qué hacemos con las varitas de los naranjos que
están secas? Se cortan y se echan a la lumbre. Pero si hay una varita más o
menos verde, prometedora, entonces se poda, se le quitan las cosas que amenazan
escasez de vida para que toda la savia corra por esa rama y se produzca el
fruto. Aquel sarmiento que da fruto, dice la parábola, la alegoría de
Jesús: "mi Padre lo poda", para que dé más fruto. Y es
entonces cuando nosotros podemos medio entender las tribulaciones que todos
tenemos en la vida, queramos o no queramos.
Sería muy triste pensar, "no, yo no quiero ser rama que produzca frutos porque me van a podar, me van a podar, y no quiero ser
podado." No, al contrario. Sucede que las podas que da Dios no afectan
gran cosa, hombre. Las podadas que nos damos nosotros mismos son las dolorosas. Cuando Jesús nos poda no, está todo muy bien. Es un buenísimo
agricultor que sabe cómo cortar, dónde cortar. Y le pone allí una cerita a
la parte donde ha cortado, de tal manera que no pasó nada. En cambio las podas
que nosotros mismos nos damos, o las que permitimos que nos den los demás, son
unas podas horribles. Así que, podados, nadie se
escapa de serlo. Pero es mejor ser podados por Jesús que ser podado por los
hombres.
La transformación, el amor del Padre y el amor de Cristo.
"El principio y fuente de donde procede este misterio de
unión transformadora es el amor del Padre, porque Él nos amó: 'Los amaste
como me amaste a mí..., para que el amor con que
amaste a mí esté en ellos y yo en ellos.' cfr (Jn 17,
23.26)"
El amor del Padre, la fuente de esa
transformación, pero también es amor que Jesús nos tiene... de ser unos con Él. Y no puede faltar el amor del Espíritu Santo que actúa en nosotros, que está
dentro de nuestro corazón.
Saben que el Espíritu Santo, o Jesús, o Dios, o el Agricultor
Divino no nos poda desde fuera, sino Él está dentro de nosotros y nos va
podando desde dentro. Y es tan interesante las podas que hace el Señor que ni
se sienten, porque son una poda que hace en nosotros por dentro.
Pongo un ejemplo, si uno tiene una inclinación y quiere
luchar contra la inclinación, como cuando uno lucha contra pensamientos
indeseables: 'yo voy a luchar contra mis malos pensamientos' -pues no hago sino
recordarlos-.
Eso es podarnos desde fuera, con voluntad propia, darle muerte directamente a algo que no queremos, y le estamos provocando vida.
En cambio, cuando Dios actúa, el Señor actúa podando por dentro, ni se da uno cuenta, ni se da uno cuenta, sino que corta y lima y perfecciona por dentro.
Eso es podarnos desde fuera, con voluntad propia, darle muerte directamente a algo que no queremos, y le estamos provocando vida.
En cambio, cuando Dios actúa, el Señor actúa podando por dentro, ni se da uno cuenta, ni se da uno cuenta, sino que corta y lima y perfecciona por dentro.
Toda esta reflexión fue en torno al
crecimiento en Cristo, transformación en Cristo, bajo el influjo del Espíritu
Santo: parecernos a Él; llegar a ser semejantes a Él. No podemos nosotros
hacer esa obra si no es que el Espíritu Santo la hace en nosotros. En el caso
de la Virgen María, el Espíritu Santo la fue transformando más y más en su
hijo Jesús. Uno diría: 'Jesús fue transformado en María'. No, María fue
siendo transformada cada vez más por la acción del Espíritu Santo, en su
hijo Jesús, asociada a su obra. Y, ¿cuál es como el fin, o el resultado de
esa transformación? Dar fruto que permanezca. Jesús decía: "Ustedes
son mis sarmientos, el que permanece unido a mí, ese da mucho fruto... y el
Padre ha querido que déis frutos;... que vuestros frutos permanezcan." (Jn
15, 5.8,16).
Así que ¡ánimo!, dejarnos transformar en
Cristo por la acción poderosa, soberana del Espíritu Santo.