HACIA LA UNIÓN TRANSFORMANTE (cont.)
Hay dos o tres imágenes que la doctrina espiritual utiliza para
hablar de esta transformación; y una de las imagenes es la imagen del
"matrimonio espiritual del alma con Dios" de que habla, por ejemplo,
San Juan de la Cruz, Santa Teresa. Es una imagen, pero basada en la Biblia. Hay
dos o tres textos en los que se fundamenta esta unión esponsal, matrimonio
espiritual. El matrimonio es signo de una madurez en el amor, y las bodas de
oro son la ma- nifestación máxima de esa madurez de amor. El libro del Cantar
de los Cantares, es uno de los fundamentos de esa
imagen de transformación matrimonial.
Otra imagen es la imagen que toma San Pablo imaginando la Iglesia,
que somos todos, que son ustedes, la Iglesia como esposa de Cristo, a quien
Cristo ama como su propio cuerpo.
Otra imagen, también bíblica, es cuando San Pablo le dice a
los Corintios: "Yo os quiero presentar a Cristo como una novia purísima,
para Cristo". Entonces, llegar a ser esposas de Cristo, transformación en
la imagen del matrimonio espiritual, es una, es una imagen, pues, de un camino
espiritual. Claro que, como se trata de realidades espirituales, el varón tam-
bién puede utilizar ese lenguaje, aun cuando nos sentimos un poquito mal
nosotros, ¿verdad?.
La Biblia utiliza también otras imágenes que es la transformación
en Cristo, irnos transfor- mándonos cada vez más en el Señor. Hay unos
textos que yo quisiera que ustedes anotaran, que tuviéramos presentes, sobre
este hermoso tema de transformación. Y el primero que quiero mencionar es
segunda Corintios, capítulo 3 versículo 17 y 18. Se los leo:
2Co 3,17: "El Señor es el Espíritu y
donde está el Espíritu del Señor: libertad." Y luego
viene el versículo 18:
2Co 3,18: "Pero todos nosotros, que
con el rostro descubierto reflejamos como espejo la gloria del Señor...,"
Escuchemos la imagen: nosotros somos como espejos, no velados,
sino sin velo, y, ¿qué hace un espejo?, refleja la imagen
2Co 3,18: "Mas todos nosotros, que con
el rostro descubierto reflejamos como espejos la gloria del Señor, nos vamos
transformando (es la palabra más importante), nos vamos transformando en esa
misma imagen cada vez más gloriosos; así es como actúa el Señor, que es
Espíritu."
En otros términos, "así actúa el Espíritu del
Señor", el Espíritu Santo. El Espíritu Santo que inició en nosotros su
obra mediante el Bautismo, la va continuando y va formando en nosotros,
transformando esa imagen, o nos va transformando en esa imagen, cada vez más
clara, más gloriosa de Jesús en nosotros. Ese es un texto formidable. Hermano
de este texto, allí, un poquito adelante, Segunda Corintios 4,6, escribe el
mismo Apóstol:
2Co 4,5-6: "No nos predicamos a
nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos
vuestros por Jesús. Pues el mismo Dios que dijo: (escuchen
ahora) 'de las tinieblas brille la luz' (de la oscuridad brille la luz,
de la nada brille el ser), ha hecho brillar la luz en nuestros corazones (y,
¿para qué?) para que, a nuestra vez, irradiemos el
conocimiento de la gloria de Dios que está en Cristo Jesús.
La frase es un poco complicada. Simplificándola el concepto es
éste: Dios que hizo brillar la luz sacándola de las tinieblas, también ha
hecho brillar la luz en nuestros corazones, para
que nosotros vayamos irradiando, lanzando cada vez más la
gloria de Dios que es Cristo Jesús. En otros términos, una transformación en
el Señor Jesús.
¿Qué otro texto a propósito? El grito de San Pablo en Gálatas
2,20, cuando, en su lucha contra aquellos gálatas, hijos ingratos, escribió:
Ga 2,19: "Yo, por las normas de la Ley que he
cumplido, he muerto ya para la Ley, de tal manera que no vivo sino para Dios, y
estoy crucificado con Cristo."
No puede haber transformación si no es en Jesús, con Jesús,
en alguna de las etapas de Jesús. Y continúa:
Ga 2,20: "Y vivo, pero ya no yo, sino es Cristo
quien vive en mí."
En nosotros vive Cristo, por nuestro Bautismo, por cada
comunión que hacemos. Recuerden
ustedes la palabra de Jesús en la comunión:
Jn 6,56:"El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y yo en él."
El orden que ha utilizado es muy elocuente. No dice "el que
come mi sangre... el que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí", o
más bien, "vivo yo en él", sino dice "vive en mí." Y,
como consecuencia, "y yo también en él". Entonces, cada comunión,
cada comunión nos va transformando en ese Cristo Jesús, muerto o resucitado.
¿Qué otro texto además de Gálatas 2,20? Tenemos un texto de
Filipenses, capítulo 3, ver- sículo 13 a 16. Y este texto de 13 a 16 es
también un texto muy adecuado para nuestro retiro espiritual de estos días.
¿Qué vamos a hacer, que van a hacer a partir de este día?
Flp 3,13: "Yo hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía..."
Esto es: todavía no está con Cristo resucitado en la plenitud
de la Resurrección
Flp 3,13: "...Olvido lo que dejé
atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, al
premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús."
No sé cómo sean ustedes, pero hay personas que se encantan con
su pasado; traumadas con el pasado, pero no lo dejan. Viven del pasado
traumatizante. Y, yo le digo a la persona: "Olvídate". "Pero,
cómo me voy a olvidar?" "Entonces recuérdalo, pues." Recuérdalo, vive de los desgraciados recuerdos. Alguna
persona me dijo, dice: "Padre, estoy muy descontrolada de esta entrevista,
¿cómo voy a olvidar toda mi vida?" "¡Ah!, no, escríbela y vívela
otra vez."
No¡, no vivas traumada, no vivas traumada. Porque una cosa es no olvidar, no se puede olvidar, no se puede olvidar, y otra cosa es vivir del del recuerdo. Para eso mejor irse a Jardines del Recuerdo. Y del Recuerdo. "¿Cómo voy a olvidar las ofensas que me han hecho? No puedo. No es digno de mi condición de mujer olvidar todas las afrentas que me han hecho y que he sufrido."
"Vive del recuerdo, pues."
No¡...., y hay una cosa, olvidar, olvidar no podemos; olvidar no se puede, pero lo que se puede es no vivir eternamente de ese recuerdo. Y si es necesario, cuando se vive de ese recuerdo lo mejor es perdonar, perdonar. "Pero, ¿cómo voy a perdonar?, si eso va a ser para mí una derrota. Perdonar, para mí, es ser derrotada y admitir una derrota." Yo me atrevo a decir, a veces: "Admite esa derrota. No es, pero admítela, ya que quieres llamarlo así. Admite la derrota, como la admitió Jesús que dijo 'Perdónalos porque no saben lo que hacen.' (Lc 23,34) Y Jesús, con esa palabra, de ninguna manera salió derrotado, al contrario, fue su camino para su glorificación. Él perdonó. Yo creo que no olvidó que Judas y que los judíos y que los romanos y que los soldados le habían quitado la vida, eso no podía olvidarlo. Pero el perdonó. Hay dos cosas cuando decimos 'perdono y no olvido'. Esa palabra se entiende de dos maneras: 'perdono y no quiero olvidar'; entonces equivale a no perdonar. Pero 'perdono, pero no olvido', pues es natural. No se puede olvidar una cosa sufrida, pero ya no molesta, ya no molesta. Estuvo eso, el recuerdo sigue, pero ya no me inquieta. Eso ya está liquidado totalmente. Y es a lo que se refiere aquí San Pablo cuando dice:
No¡, no vivas traumada, no vivas traumada. Porque una cosa es no olvidar, no se puede olvidar, no se puede olvidar, y otra cosa es vivir del del recuerdo. Para eso mejor irse a Jardines del Recuerdo. Y del Recuerdo. "¿Cómo voy a olvidar las ofensas que me han hecho? No puedo. No es digno de mi condición de mujer olvidar todas las afrentas que me han hecho y que he sufrido."
"Vive del recuerdo, pues."
No¡...., y hay una cosa, olvidar, olvidar no podemos; olvidar no se puede, pero lo que se puede es no vivir eternamente de ese recuerdo. Y si es necesario, cuando se vive de ese recuerdo lo mejor es perdonar, perdonar. "Pero, ¿cómo voy a perdonar?, si eso va a ser para mí una derrota. Perdonar, para mí, es ser derrotada y admitir una derrota." Yo me atrevo a decir, a veces: "Admite esa derrota. No es, pero admítela, ya que quieres llamarlo así. Admite la derrota, como la admitió Jesús que dijo 'Perdónalos porque no saben lo que hacen.' (Lc 23,34) Y Jesús, con esa palabra, de ninguna manera salió derrotado, al contrario, fue su camino para su glorificación. Él perdonó. Yo creo que no olvidó que Judas y que los judíos y que los romanos y que los soldados le habían quitado la vida, eso no podía olvidarlo. Pero el perdonó. Hay dos cosas cuando decimos 'perdono y no olvido'. Esa palabra se entiende de dos maneras: 'perdono y no quiero olvidar'; entonces equivale a no perdonar. Pero 'perdono, pero no olvido', pues es natural. No se puede olvidar una cosa sufrida, pero ya no molesta, ya no molesta. Estuvo eso, el recuerdo sigue, pero ya no me inquieta. Eso ya está liquidado totalmente. Y es a lo que se refiere aquí San Pablo cuando dice:
Flp 3,13: "Olvido lo que dejé atrás
y me lanzo a lo que está por delante." ¿Para qué?
Flp 3,14: "... corriendo hacia la
meta, para alcanzar el premio al que Dios me llama en Cristo Jesús."
Y así también debe, debe, debe suceder con nuestras faltas,
con nuestros pecados. Hay que tener una confianza de verdad, en fe, de que
Cristo nos ha perdonado y no hay que estar eternamente, eternamente pensando en
los mismos pecados y confesando los mismos peca- dos como si no hubieran sido
perdonados por Dios. Y muchas veces vive uno bajo la carga de un pecado que ya
no existe. Pero, si existe, es porque uno mismo lo está provocando. Jesús,
cuando perdona, perdona de verdad.
Y el versículo 15 dice así:
Flp 3,15: "Pues así, todos los
perfectos...
Esto es nosotros, no quiere decir perfectos en el sentido de
haber alcanzado la perfección,
sino perfectos por el conocimiento que hemos adquirido de las
cosas espirituales.
Flp 3,15: "... todos los perfectos
tengamos estos sentimientos, y si en algo sentís de otra manera, también eso
os lo revelará Dios."
La persona que tenga inquietudes sobre lo que estoy diciendo, ya
se lo revelará también Dios.
Flp 3,16: "Por lo demás (en final de
cuentas), desde el punto a donde hayamos llegado,
sigamos adelante."
sigamos adelante."