Mc. 2,1-12
1 Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba
en casa. 2 Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había
ya sitio, y él les anunciaba la Palabra.
Es
probablemente la casa de Simón. Desde allí
Jesús anunciaba la Palabra. "La
Palabra", en absoluto y sin complemento,
es la Buena Nueva, el Evangelio (Mc. 4,14-20.33; Hch. 4,4.29.31. Al término de
la revelación del NT, esta Palabra no será ya solamente lo que Jesús dijo e
hizo, sino su Persona misma: "El
Verbo, la Palabra de Dios" (Jn
1,1).
3 Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. 4 Al no
poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron, el techo encima de donde
él estaba y, a través de la abertura que hicieron descolgaron la camilla donde
yacía el paralítico. 5 Viendo Jesús la fe de ellos, dice al
paralítico: "¡Hijo, tus pecados están perdonados!"
En este caso, la presencia de los cuatro hombres
es importante. Su interés por la sanación del amigo es patente. La ayuda
prestada al necesitado es generosa. Su intervención es decisiva. Son
intercesores valiosos.
La relación entre "fe y milagro", como
entre "fe y perdón de los pecados" es frecuente en los evangelios (Mc
9,22-24; Mt 8,13; 9,22.28-29; Lc 7,48-50). Lo interesante en esta circunstancia
es que la fe no es precisamente la del enfermo, sino la de los que llevan al
paralítico. Este dato es pastoralmente digno de tenerlo en cuenta. Nuestra fe puede servir
de ayuda decisiva en momentos en que el enfermo no puede ni siquiera orar.
"¡Hijo,
tus pecados están perdonados!" La afirmación de Jesús es nítida y directa. El verbo
es pasivo y en tiempo presente. Los pecados del enfermo han desaparecido. El
autor de ese perdón y de esa remisión podría ser Dios, pero aquí todo indica
que es Jesús quien reivindica para sí ése poder.
6 Estaban, allí sentados algunos escribas que pensaban
en sus corazones:7 "¿Por qué éste habla así? Está blasfemando,
¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" 8 Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: "¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? 9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados están perdonados', o decir: 'Levántate, toma tu camilla y anda'?
La argumentación de los escribas, conocedores de
las Escrituras, es perfecta. Sólo Dios, en efecto, puede perdonar el pecado,
pues es una ofensa contra él. La maldad de los escribas está más bien en el
juicio excesivo que hacen contra Jesús. El ciertamente ha dado a entender que
de él depende ese perdón, pero ¿por qué juzgarlo de "blasfemo =
pecador" antes de dilucidar el por qué ha dicho eso?
Al momento, Jesús manifiesta que él conoce los
pensamientos de los corazones de sus oponentes. Ese nuevo carisma, lo debe
también al Espíritu que lo ha ungido (Me 1,10). Jesús les va a dar entonces una
prueba sensible e irrefutable del poder que tiene para perdonar los pecados.
Así como es fácil decir: "Tus
pecados están perdonados"; así
es igualmente fácil decir: "¡Levántate
y camina!". Sí, decir
una u otra cosa es igualmente fácil; pero realizarlas, ¿lo será?
10 Pues para
que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice al paralítico—:
11 'A ti te
digo: ¡Levántale, toma tu camilla y vete a tu casa!'". 12 Y se levantó y, al instante, tomando su camilla,
salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: "Jamás había-
mos visto algo así".
salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: "Jamás había-
mos visto algo así".
La catequesis "en palabra y en obra de poder" ha sido perfecta. Jesús ha liberado de la parálisis corporal para indicar que tiene autoridad y poder para salvar de la parálisis espiritual. El perdón de los pecados aparece como una verdadera sanación. Es como la cara interna de la restauración de la creación, elemento importante en el Reino de Dios proclamado por Jesús.
ACTUALIZACION
Jesús,
Hijo del hombre: Mira nuestra fe: es sencilla, aunque débil y tal vez
utilitaria. Perdona nuestros pecados. Te presentamos a nuestros familiares y
amigos enfermos. Levántanos, Señor, de nuestras enfermedades corporales; pero
sobre todo, líbranos de toda parálisis espiritual. Padre, te glorificamos y te
damos gracias por haber puesto en Jesús, nuestro hermano el
poder de salvarnos del pecado y aliviar las enfermedades de nuestro cuerpo.
Amén.