1. Ambientación.
Antes de la curación del ciego de
Betsaida, Marcos presenta en su evangelio dos pasajes: una discusión con los
fariseos, que piden una señal del cielo; y luego una enseñanza de Jesús sobre
la levadura de los fariseos y de Herodes (8,11-21). El contenido es importante.
Los discípulos, a pesar de los milagros que ha obrado el Maestro, no han
comprendido ni entendido nada. Tienen la mente como embotada. Teniendo ojos, no
ven; y teniendo oídos, no oyen. En estas circunstancias, Jesús va a sanar a un
ciego.
Es un milagro parecido a la sanación del
sordo-tarta-mudo, y sirve también como aquél para dar una enseñanza precisa.
2. Sanación del ciego.
Jesús está de nuevo en la tierra de
Israel. Después de un ir y venir por el Lago, por la tierra de Tiro y de Sidón,
y nuevamente por el Mar de Galilea, llega finalmente a Betsaida (Mc 6,45.53;
7,24.10.22). Betsaida estaba situada en la ribera norte del Lago, al este del
Jordán, y era la patria de Pedro, Andrés y Felipe (Jn 1,44; 12,21).
22
Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que lo toque. 23
Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y, habiéndole puesto
saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: "¿Ves algo?"
24 El, alzando la vista, dijo: "Veo a los hombres, pues los veo
como árboles, pero que andan". 25 Después, le volvió a poner
las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte
que veía de lejos claramente todas las cosas. 26 Y le envió a su
casa, diciéndole: "Ni siquiera entres en el pueblo ".
Una vez más está en juego la fe de los amigos, quienes presentan a
Jesús un
ciego para que lo
toque. Es una oración de intercesión. Colocado este episodio en el contexto
presente, el "ciego" es figura de los discípulos que espiritualmente
deben abrir los ojos, comprender, entender, desembotar la mente y oír (crf Mc,
8,15-21). Pronto Jesús hablará del misterio de su pasión y resurrección. Ellos
deberán abrir su mente y ¡creer! (Mc 9,30-32).
Jesús utiliza una vez más los elementos de su ser humano: toma al
ciego de la mano, lo saca fuera, le pone saliva en sus ojos y le impone las
manos. Y luego le pregunta: "¿Ves algo?" A lo que el enfermo responde: "Veo a los hombres como árboles que
andan". Esta
respuesta hace suponer que aquel ciego había gozado anteriormente de la vista,
pues conocía a los hombres. Después de una segunda intervención de Jesús, el
ciego pudo ver claramente.
Jesús, que con su poder absoluto ha sanado con una sola palabra (Mc 1,41) o inclusive a distancia (Mc 7,25), en este caso hace con toda intención
una curación progresiva en dos tiempos. ¿Cuál es el porqué de estos gestos misteriosos?
Ante la incomprensión de los discípulos,
—aun después de la segunda multiplicación de los panes—, Jesús ofrece en este
ciego, que recobra la vista en dos tiempos, un símbolo de los pasos y
superaciones que los discípulos tienen que ir dando para llegar a una fe
"plena y clara" en el misterio de su persona: él es el Mesías y el
Hijo de Dios, pero también es el Hijo del hombre, que tiene que pasar, -como el
Siervo de Yahveh-, por el sufrimiento y la muerte a la gloria de la
resurrección. Este misterio lo comprenderán sólo cuando él haya resucitado de
entre los muertos (Mc 8,31-33; Lc 24,45-46).
Además, la sanación del ciego y luego la
confesión que Pedro hace de Jesús como el Mesías (8,27-30) ponen término a una
sección del Evangelio de Marcos e introducen la siguiente que tiene como tema
la identidad de Jesús: Hijo del hombre, Hijo de David, Hijo de Dios.
El ex-ciego no debe entrar en el pueblo;
se debe guardar el secreto mesiánico. Pero, como el ex-endemoniado (Mc 5,19),
¡que regrese a su casa y proclame a los suyos lo que Dios ha hecho con él y la
compasión que le ha tenido!
ACTUALIZACION
Jesús:
Estamos espiritualmente ciegos y no podemos comprender ni el misterio
de tu persona, ni tu plan de salvación, ni los signos de los tiempos.
Llévanos
de la mano, sácanos de la oscuridad, Impon tus manos sobre nosotros, abre poco a poco los ojos de nuestro
espíritu y envíanos luego a proclamar las maravillas de tu misericordia. Amén.