jueves, 20 de agosto de 2015

15. El ciego de Betsaida (Mc 8,22-26).

1. Ambientación.

Antes de la curación del ciego de Betsaida, Marcos presenta en su evangelio dos pasajes: una discusión con los fariseos, que piden una señal del cielo; y luego una enseñanza de Jesús sobre la levadura de los fariseos y de Herodes (8,11-21). El contenido es importante. Los discí­pulos, a pesar de los milagros que ha obrado el Maestro, no han comprendido ni entendido nada. Tienen la mente como embotada. Teniendo ojos, no ven; y teniendo oídos, no oyen. En estas circunstancias, Jesús va a sanar a un ciego.
Es un milagro parecido a la sanación del sordo-tarta-mudo, y sirve también como aquél para dar una enseñan­za precisa.

 2.   Sanación del ciego.

Jesús está de nuevo en la tierra de Israel. Después de un ir y venir por el Lago, por la tierra de Tiro y de Sidón, y nuevamente por el Mar de Galilea, llega finalmente a Betsaida (Mc 6,45.53; 7,24.10.22). Betsaida estaba situada en la ribera norte del Lago, al este del Jordán, y era la patria de Pedro, Andrés y Felipe (Jn 1,44; 12,21).
22 Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que lo toque. 23 Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y, habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: "¿Ves algo?" 24 El, alzando la vista, dijo: "Veo a los hombres, pues los veo como árbo­les, pero que andan". 25 Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas. 26 Y le envió a su casa, diciéndole: "Ni siquiera entres en el pueblo ".
Una vez más está en juego la fe de los amigos, quienes presentan a Jesús un ciego para que lo toque. Es una oración de intercesión. Colocado este episodio en el con­texto presente, el "ciego" es figura de los discípulos que espiritualmente deben abrir los ojos, comprender, enten­der, desembotar la mente y oír (crf Mc, 8,15-21). Pronto Jesús hablará del misterio de su pasión y resurrección. Ellos deberán abrir su mente y ¡creer! (Mc 9,30-32).
Jesús utiliza una vez más los elementos de su ser hu­mano: toma al ciego de la mano, lo saca fuera, le pone sa­liva en sus ojos y le impone las manos. Y luego le pregunta: "¿Ves algo?" A lo que el enfermo responde: "Veo a los hombres como árboles que andan". Esta respuesta hace suponer que aquel ciego había gozado anteriormente de la vista, pues conocía a los hombres. Después de una segunda interven­ción de Jesús, el ciego pudo ver claramente.
Jesús, que con su poder absoluto ha sanado con una sola palabra (Mc 1,41) o inclusive a distancia (Mc 7,25), en este caso hace con toda intención una curación progresiva en dos tiempos. ¿Cuál es el porqué de estos gestos misteriosos?
Ante la incomprensión de los discípulos, —aun des­pués de la segunda multiplicación de los panes—, Jesús ofrece en este ciego, que recobra la vista en dos tiempos, un símbolo de los pasos y superaciones que los discípulos tienen que ir dando para llegar a una fe "plena y clara" en el misterio de su persona: él es el Mesías y el Hijo de Dios, pero también es el Hijo del hombre, que tiene que pasar, -como el Siervo de Yahveh-, por el sufrimiento y la muerte a la gloria de la resurrección. Este misterio lo comprende­rán sólo cuando él haya resucitado de entre los muertos (Mc 8,31-33; Lc 24,45-46).
Además, la sanación del ciego y luego la confesión que Pedro hace de Jesús como el Mesías (8,27-30) ponen término a una sección del Evangelio de Marcos e introdu­cen la siguiente que tiene como tema la identidad de Jesús: Hijo del hombre, Hijo de David, Hijo de Dios.
El ex-ciego no debe entrar en el pueblo; se debe guardar el secreto mesiánico. Pero, como el ex-endemoniado (Mc 5,19), ¡que regrese a su casa y proclame a los suyos lo que Dios ha hecho con él y la compasión que le ha tenido!

ACTUALIZACION

                                                                                              Jesús:
Estamos espiritualmente ciegos y no podemos comprender ni el misterio de tu persona, ni tu plan de salvación, ni los signos de los tiempos. 
Llévanos de la mano, sácanos de la oscuridad, Impon tus manos sobre nosotros, abre poco a poco los ojos de nuestro espíritu y envíanos luego a proclamar las maravillas de tu misericordia. Amén.

viernes, 7 de agosto de 2015

14. Segunda multiplicación de les panes (Mc. 8,1-10; Mt 15,32-39).

1.   Hacia la profesión de fe de Simón Pedro (Mc 8,1-30).
  
El conjunto literario de Mc 8,1-26 presenta un nota­ble paralelismo con la sección precedente (Mc 6,30-7,37):
-  Una multiplicación de panes                  6.30-   44           8,1-9
-  Una travesía del mar                              6,45-56             8,10
-  Controversia con fariseos                      7,1-23               8,11-13
-  Discusión sobre el pan                          7,24-30             8,22-26
-  Una curación                                         7.31-  37            8,22-26

Mateo ofrece  más o menos la misma situación. Lucas (9,17-18), en cambio, ignora la sección que leemos en Mc 6,45-8,26; y de allí que consigne sólo una multiplicación de panes. Por su parte, también el Cuarto evangelio nos ha conservado el recuerdo de una sola multiplicación de los panes (Jn 6,1-15)
Ante situación, numerosos especialistas piensan que Mc 8,1-26 no es probablemente sino un duplicado literario más antiguo de Mc 6,30-7,37; y que, repre­sentan una tradición anterior al mismo evangelista,   él ha querido integrarla a su obra definitiva.

2.   La multiplicación de panes y peces.

8,1 Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llama Jesús a sus discípulos y les dice: 2 "Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. 3 Si, los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos han venido de lejos". 4 Sus discípulos le respondieron: "¿ Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?" 5 El les preguntaba: "¿Cuántos panes tenéis?" Ellos le respondieron: "Siete". 6 Entoncess él mandó a la gente acomodarse sobre la tierra y, tomando los siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente. 7 Tenían también unos pocos pececillos. Y, pronun­ciando la bendición sobre ellos, mandó que también los sirvieran. 8 Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete espuertas. 9 Fueron unos cuatro mil: y Jesús los despidió. 10 Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanutá.
El paralelismo de esta narración con la primera multiplicación de los panes es evidente. Las diferencias son accidentales: tres días de estar con Jesús, siete panes y siete espuertas, cuatro mil hombres.
Aun cuando el relato de la segunda multiplicación de los panes sea un duplicado, sin embargo, al consignarla en sus evangelios Marcos y Mateo tuvieron un motivo: quisieron transmitir un mensaje doctrinal, a saber: la segunda multiplicación de los panes es un anuncio feliz en favor de los gentiles. Jesús ofrece a los paganos no solamente "las migajas de los hijos", sino la sobreabundan­cia del banquete eucarístico. También los gentiles, llega­do el tiempo, recibirán el don de la fe-, de la salvación, de la Eucaristía.
La mención de los tres días revela un coiorido pos-pascual. La cifra 4, multiplicada aquí por mil, es símbolo de los cuatro puntos cardinales y del universo entero. En la Iglesia de Jesús son invitados al banquete eucarístico judíos y gentiles, hombres y mujeres.
Las dos tradiciones describen el milagro a la luz de acontecimientos del AT, particularmente la multiplica­ción de aceite y pan por Eliseo (2R 4,1-7.42-44), y el episodio del maná y de las codornices (Ex 16; Nm 11). Así se mostraba que en Jesús se realizaban esos textos que, en el judaismo de la época, eran releídos como anuncio de grandes obras de Dios y del Mesías al final de los tiempos (Tob p.149).
Los elementos eucarísticos aparecen también clara­mente en esta segunda multiplicación de los panes: el tomar los panes, la "acción de gracias" (o bendición), la fracción del pan, la distribución del mismo, la recolección de fragmentos y la despedida. Estos gestos de Jesús fueron queridos por él mismo y entendidos desde la más antigua tradición como una preparación del alimento escatológico por excelencia, la Eucaristía.
La primera multiplicación de panes es una tradición más arcaica, colocada en la orilla occidental del Lago, y habla de doce canastos, cifra de las Tribus de Israel y de los Apóstoles. Esta tradición proviene de las Iglesias judío-cristianas de Palestina.
La segunda, que procede con toda probabilidad de Iglesias cristianas de origen gentil, sitúa el aconteci­miento en territorio pagano, a la orilla oriental del Lago, y habla de siete espuertas, cifra de las naciones de Canaán (Hch 13,19) y de los diáconos helenistas (Hch 6,5). Los evangelistas quieren mostrar que la obra de Jesús se ex­tiende a tierra de gentiles. La expresión "algunos de ellos han venido de lejos" insinúa la lejanía de los pueblos paga­nos que tienen finalmente acceso a la fe (Is 60,4-6; Ef 2,13.17).

En cualquier forma, la historia de la multiplicación de los panes debió haber sido muy importante en la Iglesia primitiva; de allí que aparezca hasta seis veces en los evangelios.

ACTUALIZACION

Jesús Maestro:
Millones de seres humanos sufren de hambre.
Ten compasión de tantos pobres que hay en el mundo, necesitados en cuerpo y alma.
No permitas que desfallezcamos en el camino. 
Concédenos la gracia de encontrarte y vivir cerca de ti. 
Sacíanos, Señor, con "el pan de la vida".
Amén.