La muerte y
resurrección de Lázaro son, en la trama del Cuarto Evangelio, cono el preludio de
la muerte y resurrección del mismo Jesús. Este signo portentoso, es
sin duda el más grande de los siete narrados por el evangelista en el
cuerpo de su obra.
"Jamás había sido narrado en Israel
un milagro más extraordinario; jamás la bondad de Jesús se había manifestado
de una manera nás sensible Es una cumbre en que su figura irradia esplendor
divino" (M.J.Lagrange).
Según el
evangelio de Juan, este gran milagro provocó la reacción definitiva del Sanedrín que,
reunido en sesión formal, determinó dar muerte a Jesús (11,47-53). Además, la
impresión profunda causada en el pueblo por este acto fuera de toda expetación estaba
todavía fresca en los sentimientos de todos el día de la entrada triunfal de
Jesús en Jerusalén (129-12).
Sin embargo un gran problema
surge a propósito de la resurrección de Lázaro. Si las cosas fueron como las
narra Juan, ¿cómo explicar el absoluto silencio que los Sinópticos mantienen en
torno a la resurrección de Lázaro? La tradición sinóptica, en efecto, ignora
ese prodigio y en las grandes discusiones de Jesús con saduceos, escribas y
fariseos, situadas en los días precedentes a su pasión,
no aparece la menor alusión a ese acontecimiento.
El problema es serio y real, pero no insoluble.
Para
algunos comentadores radicales el problema se soluciona fácilmente, negando la
historicidad de tal resurrección. En ese caso, la narración de Juan es
ficticia, elaborada por el autor con fines teológicos, a saber, enseñar que
Jesús es la fuente de la vida, más aún,
que él es la Vida.
Acerca de hipótesis debemos decir que éste sería un camino fácil, siempre que se trate de solucionar dificultades reales y graves. Es la negación superficial de todo hecho histórico sorprendente. No comprendo, luego no existió.
Acerca de hipótesis debemos decir que éste sería un camino fácil, siempre que se trate de solucionar dificultades reales y graves. Es la negación superficial de todo hecho histórico sorprendente. No comprendo, luego no existió.
Para una
posible explicación de la resurrección o de la resuscitación de Lázaro —como
alguno prefiere llamarla— hay que tener en cuenta dos principios.
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Un dato de la tradición evangélica detallada es que Jesús volvió la vida a la
hija de Jairo, narrada por los tres sinópticos (Mt 9,18-26; Mc 5,21-43; Lc
8,40-56); y al hijo de la viuda de Naín (Lc 7,11-16). Ahora bien, Juan en
muchos puntos representa una tradición personal e independiente de la
tradición sinóptica, en la que conserva otros hechos y palabras de Jesús, no
recogidos por los otros evangelistas. Pues bien, la resurrección de Lázaro bien
puede ser uno de esos casos con que Juan completa nuestra tradición evangélica.
Así, en la resurrección de Lázaro hay un núcleo histórico de base.
2° Por otro lado, es bien sabido que Juan
teologiza profundamente sobre las obras realizadas por Jesús (cf 5,1-47;
6,1-58; 9,1-41). La razón de esto es que para el evangelista "las
obras" no son únicamente hechos, sino "signos" que encierran un
sentido profundo y que proyectan un mensaje. En este descubrir y repensar a la
luz del Espíritu las obras de Jesús está el genio y la obra personal del
evangelista.
En esta forma, Juan supo explotar el
acontecimiento significativo de la resurrección de Lázaro:
Iº Viendo en él el anuncio de la propia muerte y resurrección de Jesús; y de allí su presentación altamente teológica, cuya cumbre está en los
v.25-26.
2°
Subrayando la conexión que tal prodigio tuvo en la determinación del Sanedrín
para dar muerte a Jesús (v.45-53).