jueves, 28 de septiembre de 2017

EL CONTRATISTA GENEROSO: Mt 20,1-16

Presentamos el estudio de esta parábola en dos partes.

EL CONTRATISTA GENEROSO: Mt 20,1-16

          Esta parábola, comúnmente llamada "Los obreros de la viña", debe titularse, de manera más adecuada, la parábola de "El contratista generoso", pues él es el personaje principal y no los obreros.

Mateo la ha colocado en la última sección del Evangelio, que trata de la Venida del Reino de los Cielos: Mt 19-25. Una atmósfera de tristeza se cierne sobre esta grande sección. Los Judíos, el Pueblo Elegido, representado principalmente por las autoridades, se cierran más y más al mensaje de Jesús, re­chazando así el Reino de los Cielos.
 
1.LA PARABOLA

"Porque, semejante es el Reino de los Cielos a un hom­bre, señor de casa, que salió al amanecer a contratar obre­ros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, les envió a su viña": w. 1-2. La comparación está no en el Reino y el propietario, ni en el Reino y los viñadores, sino en el momento de ajustar las cuentas: cfr Mt 6,2.5.16; 18,23ss; 24,45ss; 25,14ss; Lc 12,42ss; 16,2; 19,12ss. Siendo así, la parábola se sitúa en una perspectiva escatológica.


El señor sale "al amanecer" en busca de obreros. Los encuentra, como acaece todavía en los países orientales, en las pequeñas plazas de la ciudad. Hacen un contrato verbal por un denario al día: paga normal de un jornalero.

"Salió luego hacia la hora tercia y, al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: 'Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo'. Y ellos fueron": vv. 3-5a.

La hora "tercera" es alrededor de las 9 de la mañana. Los obreros que aún no han sido solicitados para trabajar, permanecen en la plaza en espera de que alguien los llame. El señor les dará lo que sea "justo": esto es, algo menos de un denario, pues ya las horas del día van avanzando.

" Volvió a salir a la hora sexta y a ¡a hora nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al en­contrar a otros que estaban allí sin trabajar, les dice: '¿Por­qué estáis allí todo el día sin hacer nada?' Dicenle: 'Es que nadie nos ha contratado'. Díceles: 'Id también vosotros a mi viña' ": vv. 5b-7.

El señor volvió a salir en busca de trabajadores a las 12 del día y a las 3 de la tarde. Inclusive, a las 5 de la tarde, una hora antes del término de las labores, quiso contratar a algunos pobres hombres que habían permanecido todo el día en la plaza sin trabajar. La pregunta "¿Por qué estáis allí todo el día sin hacer nada?" Incluye cierto reproche. Y la respues­ta "Porque nadie nos ha contratado", si es una excusa vale­dera, hace traslucir también la indiferencia o indolencia carac­terística de algunos orientales.

El empeño del propietario por buscar obreros durante to­do el día revela que el trabajo en la viña era urgente: si era primavera, el trabajo era de escardar las tierras; si era otoño, el trabajo era la vendimia.

"Al atardecer dice el dueño de la viña a su administrador: 'Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros'": v. 8.

Según la Ley: "No detendrás el salario del jornalero has­ta el día siguiente": Lv 19,13; cfr Dt 24,14-15, la distribución tiene lugar al atardecer. La orden de "comenzar por los últi­mos hasta los primeros" significa que es voluntad particular del dueño dar a todos la paga completa, incluyendo a los que sólo trabajaron una o tres horas, o todo el día. Esta manera espléndida de obrar puede parecer insólita, y por eso el due­ño manda al administrador que pague el salario empezando por los últimos. La frase "comenzando por" no contiene nece­sariamente una inversión en el orden, sino puede significar simplemente que los últimos deben ser incluidos en la misma paga: cfr Jn 8,9; Lc 23,5 (?). "Contratando hasta la tarde a obreros sin trabajo y dándoles a todos el jornal completo, el dueño de la viña da pruebas de bondad que sobrepasa la jus­ticia, sin lesionarla por lo demás" (BJ).

"Vinieron, pues, los de la hora undécima y recibieron un denario cada uno. Cuando les tocó a los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Y al tomarlo, murmuraban contra el propietario, di­ciendo: Estos últimos no han trabajado más que una hora y les pagas como a nostros que hemos aguantado el peso del día y el calor'": vv. 9-12.

Esperando recibir más, los obreros de la primera hora recibieron, sin embargo, la paga reglamentaria de un día: un denario. Lo aceptan y no lo rechazan. En oriente es fácil ver el rechazo del dinero con la esperanza de recibir más. El recla­mo no carece de insolencia. Los obreros se sienten heridos de injusticia: ellos han trabajado las doce horas del día, los otros sólo una hora; ellos han soportado el peso del calor del medio día, los otros han trabajado solo al fresco de la tarde. Por lo tanto, creen tener derecho a una paga mayor.

"Pero él contestó a uno de ellos: 'Amigo, no te hago nin­guna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quie­ro? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?' ": vv. 13-15.
En casos semejantes, uno habla por los demás. A éste se dirige el propietario.
"Amigo". Esta expresión sirve para dirigirse a un des­conocido; Mateo la emplea en otras dos ocasiones: 22,12 y 26,50, y en los tres casos, el interpelado no tiene la razón.

El señor no ha cometido ninguna injusticia, ha cumplido con lo convenido e invita al obrero a tomar lo que es suyo y marcharse. El, por su parte, quiere mantenerse en su decisión generosa: ¡quiero dar a este último como también a ti! ¡Si la justicia no queda lesionada, ¿quién jo qué podrá impedir obrar así? ¿No le es lícito obrar en sus cosas y en su casa como se le antoje? ¿Acaso por ser yo bueno, se levante en tí un sen­timiento de envidia? O simplemente: ¿estás envidioso porque yo soy bueno? Advertencia severa que invita al examen de con­ciencia y al arrepentimiento...



 Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 117-120  Instituto de Pastoral Biblica. México, 201

 

 
 

viernes, 15 de septiembre de 2017

PARABOLAS DE MATEO

Además de cuatro parábolas propias del Evangelio de Mateo, consignadas ya en el Discurso de las Parábolas: Mt I3, el primer Evangelio nos proporciona otro material que le es exclusivo. Son seis parábolas que cada quince días.

I EL SIERVO MALVADO: Mt 1 8,23-35. 
La parábola del siervo malvado, sin misericordia ni caridad, es el último pasaje que cierra el Discurso Eclesiástico, dirigido a los Jefes de la Comunidad Cristiana: Mt 18. No se trata, pues, sólo del ejercicio del perdón entre iguales, sino también, y tal vez en primer lugar, del perdón que un superior debe otorgar al inferior.
l.—LA PARABOLA
"Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos": v. 23.
Nuevamente lo que está en juego es el Reino de los Cielos. Este es semejante a un rey. . . En realidad, la relación está no tanto con el rey, cuanto con la conducta que hay que observar  para conseguir entrar en el Reino.
Es de notar que sólo aquí el personaje es presentado co­mo rey; en lo sucesivo sólo se hablará de él como de "un señor". Ya sea que el título regio sea original, o sea adaptación del Evangelista, la parábola se comprende bien si se trata de un personaje constituido en gran poder.
Los siervos no son simplemente esclavos. El término "siervo" se aplica a funcionarios importantes de un soberano. Se trata, por tanto, de gobernadores, ministrosa, altos oficiales, a quien el rey va a pedir cuentas.
El Deudor de 10.000 tolentos: vv. 24-27.
"Le fue traído uno que le debía 10.000 talentos": v. 24
La cifra 10.000 era la unidad mayor empleada para contar, y el talento la unidad más grande tratándose de cambios mo­netarios. Un talento era un peso de 34.272 kg. y equivalia a 6.000 denarios, siendo un denario la paga de un jornalero. La deuda era, pues, de 60.000.000.
Suma gigantesca, la mayor que se podía imaginar. Deu­da fuera de toda posibilidad para ser pagada. Según Flavio Josefo. Arquelao pagaba como tributo 600 talentos.
Esta magnitud contrastará con la suma insignificante de 100 denarios que a este funcionario le deberá un compañero: v. 28.
"Como no podía pagar, ordenó el señor que fuese ven­dido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase": v. 25.
La Ley judia no permitía la venta de la esposa, y un Israelita sólo podía ser vendido si había robado y no podía restituir: Ex 22,2. En estas circunstancias, el rey de la pará­bola era imagen de un extranjero. Es evidente que la deuda era impagable aun con la venta de todo cuanto poseía el siervo.
"Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré'. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó marchar y le per­donó la deuda": vv. 26-27.
La postración era la acittud más humilde para implorar misericordia. El siervo piensa, en su aflicción, que podrá cu­brir la deuda. El rey, conmovido, va mucho más allá de la pe­tición de su siervo; y, en su gran corazón, no sólo le concede tiempo, sino que le perdona todo.

El Compañero que debe 100 denarios: vv. 28-30.
"Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía 100 denarios, le agarró y, ahogán­dole, le decía: 'Paga lo que debes'. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: 'Ten paciencia conmigo, que ya te pa­garé'. Pero él no quiso, sino que fue y le echó a la cárcel, hasta que pagase lo que debía": vv. 28-30.
Una deuda de 100 denarios es nada en comparación de la exhorbitante suma de ¡10.000 talentos! Además, 10.000 ta­lentos eran una cantidad imposible de pagar, en tanto que 100 denarios era una suma pagadera, aun cuando se tratara de un pobre subalterno.
El funcionario se porta con insolencia, sin el menor hu­manismo y, sin acceder a la súplica de su compañero, lo arroja a la cárcel.
La tortura sin fin para el siervo malvado: vv. 31-34.
"Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mu­cho y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: 'Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, como tam­bién yo me compadecí de ti?' Y encolerizado su señor, le entre­gó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía": vv. 31-34.
Los siervos son también altos funcionarios que, llenos de pena, dan al rey aviso de todo lo sucedido.
El argumento del rey es tan claro y tan persuasivo, que no admite ni réplica, ni comentario.
El castigo que inflige el rey es implacable. La tortura era desconocida para la Ley judía. No bastaría torturarlo una o varias veces, sino cuanto fuera necesario hasta que pagara la deuda. Como ésta por su magnitud es impagable, el castigo es sin fin.

La conducta divina: v. 35.
"Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis cada uno a su hermano, del fondo del corazón": v. 35.
Mí compañero en la comunidad cristiana no es para mi solamente un compañero de oficio, o un amigo, sino que es "mi hermano", como hijos de un mismo Padre.
El perdón debe ser, no de labios para afuera, sino sincero y profundo, brotado del corazón.
2.- SENTIDO Y ALCANCES DE LA PARABOLA 
Las lecciones que brotan de la parábola son claras:
*    Dios es un rey de corazón magnánimo, cuya indulgen­cia y misericordia son tan grandes que perdona enormes deu­das que el hombre tiene con él y que jamás le podría pagar.
*    Pero, si tal es la conducta divina, el hombre deberá también tener misericordia con "su hermano" y perdonarle con sinceridad de corazón las pequeñas deudas que tenga con él: cfr Mt 6.14.
*    "La grande misericordia de Dios respecto de nosotros es la mejor exhortación a la indulgencia. Es éste el elemento nuevo de la enseñanza de Cristo" (Lagrange).
Actualidad y Escatología
La parábola combina dos perspectivas: el momento pre­sente y la suerte definitiva; la conducta misericordiosa de Dios que perdona cuando el -hombre le implora humildemente: v. 27, y su juicio último que establece al hombre en una situación para siempre: v. 34. Se trata de una condenación perpetua pero ésta no ha tenido lugar sino después de la conducta mal­vada de un individuo en el campo del perdón, de la miseri­cordia y de la caridad.
Para el Judaismo contemporáneo de Jesús, "Dios gobier­na al mundo sirviéndose de dos medidas: la de la miseri­cordia y la del juicio; pero al final de los tiempos sólo emplea­rá la medida del juicio.
Jesús no piensa así. El sabe que también, en el último dia, Dios empleará la medida de la misericordia, pero ésta estará condicionada a la práctica que de la misericordia y del perdón haya hecho el hombre durante su vida.

Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 113-117  Instituto de Pastoral Biblica. México, 2011