1-. INTRODUCCIÓN: vv. 25-29.
"Se levantó un Legista y dijo para
tentarle: 'Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida
eterna?'", v.
25.
Se trata, pues, de un Legista, conocedor
de las Escrituras, que quiere proponer a Jesús una cuestión. En el pensamiento
de Lucas, el Legista tiene la intención de colocar a Jesús en una situación
engorrosa. Sin embargo, tal vez no hay que urgir esta presentación, ya que en
otro caso paralelo, mientras que Marcos pinta a un Escriba interrogando a Jesús
con buenas intenciones: 12,28-31, Mateo afirma que su pregunta era para tentar
al Maestro: 22,39-40.
Sea lo que sea, Jesús invita al Legista para
que exprese su pensamiento:
“Qué está
escrito en la Ley?
¿ Qué lees?" v. 26.
A
lo que él respondió:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,
con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti
mismo"': v. 27.
La respuesta del Escriba convenía a lo
que Dios quería y
a las enseñanzas mismas
de Jesús; el amor a Dios y al prójimo resumen la Ley y los Profetas: cfr Mc 12,28-31;
Mt 22, 39-40.
Pero Jesús no se
contenta con la teoría y lo invita a poner eso en práctica:
"¡Bien has respondido. Haz eso y vivirás!" v. 28.
La respuesta de Jesús
agrada al Legista, pero quiere justificar su pregunta y pide a Jesús una aclaración.
Según el, ¿a quiénes se puede aplicar la calidad de "prójimo "?
El término griego "prójimo" traduce el vocablo hebreo
"amigo". Y en esto había una discusión de escuelas. Generalmente
debían tenerse por "amigos"
todos los compatriotas
y correligionarios; sin embargo, con frecuencia la realidad no se ajustaba a
este principio. Los Fariseos excluían a los no-fariseos; los Esenios tachaban a
los demás como "hijos de las tinieblas"; los Rabinos rechazaban a los
herejes y renegados; y un dicho popular decía: "Amarás a tu prójimo y
odiarás a tu enemigo"; Mt 5,43. La pregunta, pues, del Legista significa:
¿hasta quiénes se extiende mi obligación de amar?
Jesús va a responder, no con una definición
teórica, sino acudiendo al terreno de los hechos.
2 LA PARÁBOLA: vv 30-36.
"Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de los
salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio
muerto": v.
30.
Muy probablemente Jesús aprovechó para su
parábola un caso concreto. Los asaltos en el Desierto de Judá, entre Jerusalén
y Jericó, suelen ser frecuentes. Jerusalén y Jericó distan unos 30 km.
Jerusalén esta a 740 m. de altura y Jericó a 350 m. bajo el nivel del
mediterráneo. A la mitad del camino se localiza un promontorio de tierra roja
que los Israelitas llamaban "la subida de sangre": Jos 15,16.
El hombre de la parábola parece ser un
judío. Este, al caer en manos de los bandidos, quiso defenderse no consiguiendo
sino golpes. Habiéndolo, pues, robado, los ladrones lo dejaron medio muerto y
huyeron.
"Casualmente, bajaba por aquel
camino
un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.
De igual modo, un levita que pasaba
por aquel sitio le vio y dio un
rodeo": vv.
31-32.
¿Cómo explicar la conducta del sacerdote
y del levita? Bien pudiera explicarse en virtud de la prescripción del Levítico:
"Habla a los
sacerdotes...: Nadie se haga impuro por el cadáver de alguno...: 21,1.
Sin embargo, el hombre de la parábola no
estaba muerto. Dado el contexto, no se puede excusar al sacerdote y al levita
de indiferencia y de egoísmo, en definitiva, falta de caridad.
"Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al
verle tuvo compasión; y, acercándose vendó sus heridas, echando en ellas aceite
y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó una posada y cuidó
de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo:
'Cuida de él y si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva'": vv. 33-35.
En la sucesión de personajes, era de
esperarse que el tercero fuera un seglar. Pero no. Por una parte, Jesús escogió
un sacerdote y a un levita, ministros de Dios, como tipos que deberían enseñar
a los demás: Os 4,4-10; y por otra parte, presentó a un samaritano, miembro de
un pueblo no solo odiado sino que ni merecía para un judío el nombre de nación:
Eclo 50,25-26.
Jesús no pretendió con ello ni denigrar
el sacerdocio oficial, ni fortalecer a los samaritanos, sino que quiso escoger personajes extremos para
enseñar que la caridad y el
amor no deben conocer límites.
El samaritano viene de Jerusalén, ve al
herido, se llena de compasión; lava las heridas con vino, porque el vino desinfecta
y las unge con aceite porque el aceite reblandece; luego las venda con algún
lienzo, que podría ser su kefiéh. Sube en seguida al enfermo "a su propio
asno" en el que él montaba (la carga o la mercancía va sobre otro animal).
Al llegar al mesón atiende al herido, y pasa allí la noche. Al día siguiente
tiene que partir, pero antes encarga al mesonero que tenga cuidado del
enfermo. Su caridad es espléndida: entrega dos denarios al mesonero, siendo
que la paga por una noche era la 12a. parte de un denario. Y para asegurar la
atención de aquel pobre, ofrece que a su regreso pagará el resto, si fuere necesario.
3 CONCLUSIÓN PRACTICA: vv. 36-37.
Terminada la parábola, Jesús pregunta al
legista: "¿Quién
de estos tres te parece que fue prójimo de aquel que cayó en manos de los
ladrones?": v.
36.
En otros términos: ¿quién de estos tres
se portó como amigo de aquel menesteroso? La respuesta era lógica, y así responde:
"El que tuvo misericordia con
él": v.
37a.
El Escriba evita, mediante una
circunlocución, el nombre odiado de samaritano. No importa, y Jesús agrega: "Anda y tú haz lo mismo": v. 38b.
La gran lección: ¡Sé compasivo con todo aquel que necesita de tu
ayuda. El amor de caridad y de misericordia no debe conocer límites!
Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 142-146 Instituto de Pastoral Biblica. México, 1992
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