PRÓLOGO
LOS MILAGROS DE
JESUS son, sin duda alguna, un tema evangélico de sorprendente actualidad.
1. Con frecuencia
se escucha que en la Iglesia católica se están volviendo a dar los "carismas de curaciones", como se
experimentaron en la Iglesia de Jerusalén después de Pentecostés, y en las
primeras comunidades cristianas (Hch 2,43; 4,30; 5,12-16; ICo 12,9; 2Co
12,12). En esa forma surgen por todas partes pequeños grupos de intercesión y
se multiplican las reuniones de oración en las que se pide a Cristo resucitado,
vivo en la comunidad, que sane a los enfermos de cuerpo y alma.
En estas
circunstancias, un estudio exegético y
pastoral de los milagros realizados por Jesús de Nazaret nos puede
proporcionar! criterios luminosos, sanos y seguros, para discernir, con la
claridad del Evangelio, el porqué y el para qué de esas "acciones de poder", que el Señor
está haciendo en el mundo y en la Iglesia de hoy.
2. Hasta hace
algunos años, muchos que leían o reflexionaban sobre los milagros de Jesús, lo
hacían consciente o inconscientemente a partir de una crítica racionalista o
solamente desde ciertas ciencias humanas recientes, principalmente las
vinculadas con la psicología. De allí se concluía fácilmente a negar la
realidad de los milagros; y mientras más sorprendentes parecían, eran
calificados de menos reales.
Ante tal
situación, se impone una seria investigación científica más amplia, practicada
desde otros ángulos, en particular desde las perspectivas religiosas de la
misma Biblia. Una reflexión crítica de los Evangelios ha hecho ver que los
milagros de Jesús no se pueden juzgar adecuadamente sino a la luz del ambiente
religioso en que se produjeron y del objetivo que tuvo el Señor al realizarlos.
3. Por otra parte, los milagros de Jesús no deben ser leídos y
juzgados fuera de su contexto, pues sólo se comprenden en la perspectiva de la
proclamación e instauración del Reino de Dios, y de la revelación progresiva
que Jesús fue haciendo del misterio de su propia persona, como Mesías e Hijo de
Dios (cf Mt 8,27; 14,33).
Dios se quiso revelar a su Pueblo en el AT
mediante "obras y palabras". Pues bien, ese mismo método fue
utilizado por Jesús. Su evangelización fue en palabras y en acciones. En esta
forma, sus prodigios aparecen estrechamente vinculados a su mensaje y son
instrumento de revelación, tanto del poder de Dios y de su misericordia, como
de la salvación integral ofrecida al
hombre, en su espíritu, su alma y en su cuerpo.
4. Ahora bien, el mensaje del Evangelio
es y será siempre actual, pues está destinado para todos los tiempos hasta el
fin del mundo (Mt 28,20). Como consecuencia el estudio de los milagros del
evangelio es una acción para que abramos hoy los ojos del espíritu y así
podamos discernir en la historia presente, como "signos de los
tiempos", las intervenciones milagrosas del poder Dios, que sigue llevando
adelante su plan de salvación para el mundo.
¡Que
Jesús de Nazaret, que pasó haciendo el bien, continúe obrando, en el poder del
Espíritu y para gloria de su Padre, numerosos "signos y prodigios", a fin de que
conozcamos más y más quién es él, y veamos con nuestros propios ojos la
realización de su historia de salvación en el mundo y en el hombre de hoy!