martes, 2 de diciembre de 2014

RETIRO DE ORACIÓN Y VIDA (CONT.15)

CONCLUSIÓN

Habiendo recibido el don del Espíritu Santo en el bautismo, no cesa de asistirnos constantemente en diferentes ocasiones de nuestra vida y de conducirnos por los senderos de la vida cristiana y hacernos crecer en santidad. Por parte de Dios , no nos faltan los auxilios para conquistar las cumbres de la santidad, y está en nosotros que los aprovechemos con la gracia de Dios mismo.

La vida divina, las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y las demás virtudes cristianas pueden ir creciendo en nosotros:

1º Mediante la acción constante y soberana del Espíritu Santo, que habita en nosotros.
“El que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se hará en él fuente de agua brotante de vida eterna” (Jn4,14).

El Espíritu Santo es quien nos hace santos.

2º Mediante la lectura asidua y la oración con la Palabra de Dios, que ilumina,
purifica, sana y comunica vida:
“Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal 119,105).
“Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado” (Jn 15,3)
“Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6,63).

Hay que leer la Biblia, no sólo con la convicción de que es Palabra de Dios, sino dándonos cuenta de que nos invita constantemente a la conversión=volver a Dios, y nos dirige espiritualmente a la santidad. La Biblia, principalmente el Nuevo Testamento es un libro de dirección espiritual que el Espíritu Santo nos ha dado y lo han puesto en nuestras manos para conducirnos por los caminos de la perfección: “Vosotros, pues, sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial”. (Mt. 5,48).

        3º Mediante la recepción frecuente de la Eucaristía”:
 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera comida. Él permanece en mí y yo en él” (Jn 6,63).

La Eucaristía es el contacto máximo con Jesús. A Jesús se le conoce en las  Escrituras y se le encuentra en la fracción del pan  

          Mediante la búsqueda de la voluntad de Dios y nuestra conformidad con ella,      
               a la manera de Jesús:
               Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra”.
                 Jn. 4,34; cfr.6,38-40). “El que me envió está conmigo; no me ha dejado sólo,
                 porque yo hago siempre las cosas que le agradan”. (Jn.8,29)

            Mediante una vida asidua de “oración personal”, que consiste no solamente
                 en rezo o meditación, sino sobre todo en “la elevación de la mente a Dios” y
                 la unión con él, en un diálogo mutuo de amor.
                 Orar no es rezar.  Orar es conversar con una persona que se sabe presente.
                 Si no se experimenta presente, se sabe que está presente y se le puede
                 dirigir confiadamente la palabra.
                 Rezar: es recitar una serie de oraciones hechas.
              
             Mediante la práctica y el crecimiento de la gracia:
                  Creced en la gracia y en  el conocimiento de Nuestro Señor y Salvador,
                   Jesucristo” (2P3,18);
                 
                   de las virtudes teologales: fe esperanza y caridad,

                    de las virtudes cristianas. 

             7º. Mediante el ejercicio fiel y constante de los carismas que el Espíritu Santo
                    comunica para el bien común: construir el mundo y edificar la Iglesia.

Nuestra correspondencia a la gracia divina y nuestra incesante y humilde colaboración personal son elementos necesarios e indispensables para el progreso en la santidad.