jueves, 9 de julio de 2015

La hija de una sirofenicia (Mc 7,24-30; Mt 15,21-28).

24a Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro.

Después de la multiplicación de los panes, Jesús deja la Galilea y toma el camino del norte, a las ciudades fenicias de Tiro y de Sidón. ¿Cuál seria la causa?

Por el evangelio de Juan sabemos que, después del discurso que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm sobre el "comer su carne y beber su sangre" (Jn 6,51-58), muchos de sus discípulos dijeron: "Dura es esta palabra, ¿quién puede escucharla?... Y a partir de entonces, muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él". Inclusive Judas, uno de los Doce, comienza a sentirse inquieto ya disgusto con Jesús (Jn 6,60.66.71).
El momento fue decisivo. La época del entusiasmo popular había terminado. Jesús opta por apartarse un poco del país. Se dedicará a seguir formando a sus discí­pulos con más tiempo y libertad.
La región de Tiro y Sidón es la Fenicia, de cultura griega, habitada en tiempos antiguos por los cananeos.
24b Y entrando en una casa, quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, 25 sino que, en. seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se. postró a sus pies. 26 Esta mujer era. griega, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija, al demonio. 27 El le decía: "Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a. los perritos ". 28 Pero ella le. respondió: "Sí, Señor; pero también los perritos bajo la mesa comen de las migajas de los niños". 29El, entonces, le dijo: "Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija". 30 Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echado en la cama y que el demonio se había ido.
Jesús estaba en tierra de gentiles y deseaba pasar desapercibido' pero, ¡imposible! Su fama había llegado hasta allá, y la fe en él había brotado inclusive en una mujer, a quien el texto presenta como "griega", más bien por su cultura, ya que por su raza era sirofenicia de nacimiento, descendiente de los antiguos cananeos. "Griega" aquí equivale a gentil o pagana.
Pues bien, esta mujer tenía una hija atormentada por un espíritu malo. Viene, se postra a los pies de Jesús y le pide que expulse de su hija al demonio.

En Mateo la escena parece realizarse en tierra de Is­rael , pues "la mujer había salido de aquel territorio "y es presen­tada con gran solemnidad (15,22). Estilísticamente el rela­to mateano está muy bien trabajado, con gran fuerza dra­mática. La mujer dispone de tres instancias para exponer su necesidad; y hay un crescendo en cada intervención.
Primera intervención.
La mujer cananea gritaba diciendo: "¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David. Mi hija está malamente, endemonia­da!".
El título dado a Jesús: "Señor, hijo de David" tiene fuerte sabor mesiánico. Pero él no le respondió palabra. Este silencio equivale a no querer hacer caso a esa peti­ción. Sin embargo, esa actitud no es un rechazo definitivo, pues el Evangelio está destinado a todos los pueblos (Sal 87,4-7; Mi 28,19); es sencillamente la manifestación de que la hora de la misión a los paganos todavía no ha llegado (cf Jn 2,4).
Pero sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Concé­deselo, que viene gritando detrás de nosotros". Él evangelista presenta a los apóstoles desempeñando un papel activo. Aun cuando su intervención haya sido sólo tal vez para liberarse de los gritos de la mujer, no obstante resultó positiva.
Jesús va a actuar; pero antes responde: "No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la Casa de Israel". Con esta respuesta, Jesús o quiere probar la fe de la mujer, o intenta definir la misión que ha recibido: ir en busca de las ovejas perdidas de Israel (cf Mt 10,5-6). Si es así, la sanación concedida será anuncio por anticipado del acce­so a la salvación de que los paganos gozarán después de la muerte y resurrección de Jesús.
Segunda súplica.
Pero la mujer, postrándose ante él, insiste humilde­mente en su plegaria: "¡Señor, socórreme!". A lo que Jesús


responde: "No está bien tornar el pan de los hijos y echárselo a los perritos". La frase es muy dura, aunque parezca atenua­da por el diminutivo "perritos" (cf Mt 7,6). Los israelitas son hijos de Dios en virtud de la Alianza. Los gentiles por el momento están excluidos del Pueblo de Dios, pero tendrán también acceso a la mesa de familia cuandojesús haya dado su vida en redención por todos (Mt 20,28; 26,28; Rm 1,16).
Tercera instancia.
La sirofenicia, lejos de intimidarse, vuelve a la súpli­ca. Es ya la tercera vez que pide. "¡Sí, Señor, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos". Marcos escribe: "También los perritos bajo la mesa, comen de las migajas de los hijos". La mujer acepta, en parte, la palabra de Jesús: ¡De acuerdo! Ella no pretende igualarse a los hijos de familia, pero advierte que migajas de pan caen de la mesa de los amos y las aprovechan los perritos. A la fe se suma una profundísima humildad. La fe, unida a la plegaria humilde y constante, conmueven el corazón de Cristo y arrancan las gracias de Dios (Mt 8,10.13; 9,29; 15,28).
Respuesta de Jesús.
En la narración de Mateo, la respuesta de Jesús manifiesta un gran asombro y es un elogio admirable a la fe inmensa de esa cananea, sirofenicia, griega, pagana: "¡Oh mujer, grande es tu fe. Hágasete como quieres!". Y su hija fue sanada desde aquella hora.

ACTUALIZACION

Señor, Hijo de David: En el mundo hay mucho mal. Nuestro enemigo nos oprime y nos esclaviza. Tú has sido enviado a las ovejas perdidas de Israel; pero tu rebaño lo formamos las ovejas del redil universal. Muéstranos, Señor, a todos tu misericordia.
Fortalece nuestra fe y hazla "grande". Jesús, Salvador de los hombres, sálvanos!