24a Y partiendo de allí, se fue a la
región de Tiro.
Después de la multiplicación de los
panes, Jesús deja la Galilea y toma el camino del norte, a las ciudades
fenicias de Tiro y de Sidón. ¿Cuál seria la causa?
Por el evangelio de Juan sabemos que, después del discurso que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm sobre el "comer su carne y beber su sangre" (Jn 6,51-58), muchos de sus discípulos dijeron: "Dura es esta palabra, ¿quién puede escucharla?... Y a partir de entonces, muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él". Inclusive Judas, uno de los Doce, comienza a sentirse inquieto ya disgusto con Jesús (Jn 6,60.66.71).
Por el evangelio de Juan sabemos que, después del discurso que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm sobre el "comer su carne y beber su sangre" (Jn 6,51-58), muchos de sus discípulos dijeron: "Dura es esta palabra, ¿quién puede escucharla?... Y a partir de entonces, muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él". Inclusive Judas, uno de los Doce, comienza a sentirse inquieto ya disgusto con Jesús (Jn 6,60.66.71).
El momento fue decisivo. La época del entusiasmo popular había
terminado. Jesús opta por apartarse un poco del país. Se dedicará a seguir
formando a sus discípulos con más tiempo y libertad.
La región de Tiro y Sidón es la Fenicia,
de cultura griega, habitada en tiempos antiguos por los cananeos.
24b Y entrando en una casa, quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar
inadvertido, 25 sino que, en. seguida, habiendo oído hablar de él
una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se. postró a
sus pies. 26 Esta mujer era. griega, sirofenicia de nacimiento, y le
rogaba que expulsara de su hija, al demonio. 27 El le decía:
"Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de
los hijos y echárselo a. los perritos ". 28 Pero ella le.
respondió: "Sí, Señor; pero también los perritos bajo la mesa comen de las
migajas de los niños". 29El, entonces, le dijo: "Por lo
que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija". 30
Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echado en la cama y que el
demonio se había ido.
Jesús estaba en tierra de gentiles y
deseaba pasar desapercibido' pero, ¡imposible! Su fama había llegado hasta
allá, y la fe en él había brotado inclusive en una mujer, a quien el texto
presenta como "griega", más bien por su cultura, ya que por su raza
era sirofenicia de nacimiento, descendiente de los antiguos cananeos.
"Griega" aquí equivale a gentil o pagana.
Pues bien, esta mujer tenía una hija
atormentada por un espíritu malo. Viene, se postra a los pies de Jesús y le
pide que expulse de su hija al demonio.
En Mateo la escena
parece realizarse en tierra de Israel , pues "la mujer había salido de aquel
territorio "y es
presentada con gran solemnidad (15,22). Estilísticamente el relato mateano
está muy bien trabajado, con gran fuerza dramática. La mujer dispone de tres
instancias para exponer su necesidad; y hay un crescendo en cada intervención.
Primera intervención.
La
mujer cananea gritaba diciendo: "¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David. Mi hija está malamente,
endemoniada!".
El título dado a Jesús: "Señor, hijo de David" tiene fuerte sabor mesiánico. Pero él no
le respondió palabra. Este silencio equivale a no querer hacer caso a esa petición.
Sin embargo, esa actitud no es un rechazo definitivo, pues el Evangelio está
destinado a todos los pueblos (Sal 87,4-7; Mi 28,19); es sencillamente la
manifestación de que la hora de la misión a los paganos todavía no ha llegado
(cf Jn 2,4).
Pero sus discípulos se acercaron y le
dijeron: "Concédeselo,
que viene gritando detrás de nosotros". Él evangelista presenta a los apóstoles
desempeñando un papel activo. Aun cuando su intervención haya sido sólo tal vez
para liberarse de los gritos de la mujer, no obstante resultó positiva.
Jesús va a actuar; pero antes responde: "No he sido enviado más que a las
ovejas perdidas de la Casa de Israel". Con esta respuesta, Jesús o quiere probar
la fe de la mujer, o intenta definir la misión que ha recibido: ir en busca de
las ovejas perdidas de Israel (cf Mt 10,5-6). Si es así, la sanación concedida
será anuncio por anticipado del acceso a la salvación de que los paganos
gozarán después de la muerte y resurrección de Jesús.
Segunda súplica.
Pero la mujer, postrándose ante él,
insiste humildemente en su plegaria: "¡Señor, socórreme!". A lo que Jesús
responde: "No está bien tornar el pan de los
hijos y echárselo a los perritos". La frase es muy dura, aunque parezca atenuada por el diminutivo "perritos" (cf Mt 7,6). Los israelitas son hijos de
Dios en virtud de la Alianza. Los gentiles por el momento están excluidos del
Pueblo de Dios, pero tendrán también acceso a la mesa de familia cuandojesús haya
dado su vida en redención por todos (Mt 20,28; 26,28; Rm 1,16).
Tercera instancia.
La sirofenicia, lejos de intimidarse,
vuelve a la súplica. Es ya la tercera vez que pide. "¡Sí, Señor, pero también los
perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos". Marcos escribe: "También los perritos bajo la mesa,
comen de las migajas de los hijos". La mujer acepta, en parte, la palabra de Jesús: ¡De acuerdo! Ella no
pretende igualarse a los hijos de familia, pero advierte que migajas de pan
caen de la mesa de los amos y las aprovechan los perritos. A la fe se suma una
profundísima humildad. La fe, unida a la plegaria humilde y constante,
conmueven el corazón de Cristo y arrancan las gracias de Dios (Mt 8,10.13;
9,29; 15,28).
Respuesta de Jesús.
En la narración de Mateo, la respuesta de
Jesús manifiesta un gran asombro y es un elogio admirable a la fe inmensa de
esa cananea, sirofenicia, griega, pagana: "¡Oh mujer, grande es tu fe.
Hágasete como quieres!". Y su hija fue sanada desde aquella hora.
ACTUALIZACION
Señor, Hijo de David: En el mundo hay mucho mal. Nuestro enemigo nos
oprime y nos esclaviza. Tú has sido enviado a las ovejas perdidas de Israel;
pero tu rebaño lo formamos las ovejas del redil universal. Muéstranos, Señor, a
todos tu misericordia.
Fortalece nuestra fe y hazla "grande". Jesús, Salvador de
los hombres, sálvanos!