domingo, 6 de septiembre de 2015

16. El endemoniado epiléptico (Mc. 9,14-29; Mt 17,14-21; Lc.9,37-43).*

Por la longitud que este relato tiene en el evangelio de Marcos es fácil comprender que será más rico en detalles que el presentado por Mateo o por Lucas. Los principales protagonistas de la escena son Jesús y el padre del niño, si bien el hijo será el beneficiado de la poderosa intervención del Señor. 
 El carácter mismo de la narración revela que este exorcismo fue un acontecimiento real en la vida de Jesús, ya que ha sido conservado en varias tradiciones y difícil­mente se podría haber inventado una historia tan desfa­vorable para los discípulos. El caso manifiesta el extraordinario poder de Dios en Jesús.
14 Al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos. 15 Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a saludarle. 16 El les preguntó: "¿De qué discutís con ellos?"
Jesús ha bajado del Tabor. Al llegar encuentra a sus discípulos enfrascados en discusión con unos escribas. Esta versaba sobre el problema de un niño enfermo, a quien los discípulos no habían podido curar. La gente los rodeaba. Al ver llegar a Jesús, todo mundo se sorprendió y corrió a saludarlo.
17 Uno de entre la gente le respondió: "Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo 18 y dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar espumarajos, rechinar los dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido"
En Mateo el padre del niño se prosterna ante Jesús, el Señor, e intercede por su hijo. Es señal de que tiene fe en Jesús. En Marcos y Lucas, Jesús es llamado "Maestro".
Recogiendo los detalles dispersos en los tres evange­lios, la situación del muchacho no podía ser más lamen­table: endemoniado, sordo, mudo, lunático (epiléptico), a merced de los cuatro elementos de la naturaleza: la luna (aire), la tierra, el fuego y el agua; en peligro de quedar muerto en cualquier momento. Y todo esto ¡desde niño! o ¡desde siempre! Los discípulos han sido incapaces de sanarlo.
19  El les responde: "¡Oh generación incrédula!¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¡Traédmelo!
"Este apostrofe duro, dirigido en general a todo in­crédulo (Dt 32,5-6), engloba también a los discípulos, cuya fe todavía es raquítica, débil e inmadura; aún no han llegado a una fe plena (Mt 17,19-20). Sin embargo, más que reproche, la palabra del Maestro es una invitación a crecer en la fe, a creer más fuertemente. 
20 Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. 21 Entonces él le preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto? Le dijo: “Desde niño”. 22 Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él;  pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros”. 23 Jesús le dijo: ¡Qué es eso de que si puedes! ¡Todo es posible para quien cree! 24 Al instante, gritó el padre del muchacho: “¡Creo, ayuda a mi falta de fe!
Ante la presencia de Jesús el Señor, el demonio se inquieta, pierde el equilibrio y quiere manifestar especta­cularmente su poder. Jesús se mantiene tranquilo y sereno. El es el más fuerte (Lc 11,22). El breve pero intenso diálogo entre Jesús y el padre del niño es la cumbre doctrinal del pasaje:
"Si algo puedes, ¡ayúdanos, compadécete de nosotros!" 
En el padre está figurado todo hombre. Tiene fe en Jesús, pero ésa parece ser mínima. No es todavía una fe fuertemente cimentada, pues se manifiesta en condicio­nes "Si puedes...". Es una fe utilitaria, que busca no a la persona de Jesús, sino el provecho propio en momentos difíciles: "¡Ayúdanos, compadécete de nosotros!".
Jesús, en cambio, se sitúa en otra dimensión y en el nivel supremo. Para él todo es posible, porque su fe en Dios su Padre es absoluta y total: "Qué. es eso de 'si puedes'. ¡Todo es posible para el que cree!" Esto es, todo es posible para mí, porque tengo confianza plena y absoluta en mi Padre, y no hago sino lo que es de su agrado (cf Mt. 21,21; Mc 11,22-24; Lc 17,6; Jn 8,29).
A lo que el padre del niño respondió: "¡Creo! ¡Ayuda mi falta de fe!"  He aquí un acto de crecimiento en la fe, y una súplica para ser sanado y fortalecido en el campo mismo de la fe (Lc 17,5).
20 Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: "Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él". 26 Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían, que había muerto. 27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en pie.
Jesús pronuncia un exorcismo solemne: "Yo te lo mando: ¡sal de él y no entres más en él!" En Jesús reside todo poder. El obra en virtud propia y con toda autoridad. El demonio podrá manifestar su rabia extrema, intentando dar muerte a su presa. Pero, él no es el señor ni de la vida, ni de la muerte. Ese es privilegio de Dios, presente en Jesús. Por eso, Jesús lo toma de la mano y lo levanta; y el muchacho se puso en pie. 
Lucas, que había dicho que se trataba de un "hijo único", ahora nos informa que Jesús "increpó al espíritu inmundo, curó al niño y lo devolvió a su padre". Con estas palabras, Lucas, el evangelista de la misericordia y de la bondad, muestra la compasión del corazón de Cristo. Lucas termina su relato, diciendo "que todos quedaron ató­nitos ante la grandeza de Dios" (9,43).

.............................
* este milagro le presentaremos en dos partes, dejando la enseñanza de Jesús y la la actualización para la próxima presentación en quince días.