Relato de Lucas:
7-1 Cuando hubo acabado de dirigir
todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. 2 Se encontraba
mal y apunto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. 3
Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para
rogarle que viniera y salvara a su siervo. 4 Estos, llegando donde
Jesús, le supuraban insistentemente diciendo: "Merece que se lo concedas, 5
porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga ".
Según la organización del Imperio romano, el "centurión" era un militar que tenía a cargo cien soldados
(una centuria). Sobre el centurión estaba el "tribuno",
encargado de una cohorte, formada por seis centurias, equivalentes a
seiscientos soldados. Finalmente, diez cohortes constituían tina "legión", que contaba con seis mil
hombres.
El centurión, no sintiéndose digno de presentarse
personalmente a Jesús, envía una embajada formada por notables de la ciudad.
Estos apoyan la petición del centurión, pues aunque se trata de un pagano, sin
embargo es bienhechor de la comunidad, pues les ha construido la sinagoga; es,
sin duda, a la manera de Cornelio, simpatizante del judaismo (Hch 10).
6 Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la
casa, envió el centurión, a unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes,
porque no soy digno de que entres bajo mi techo, 7 por eso ni
siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo con una palabra y
mi criado quedará sanado. 8Porque también yo, que soy
un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo
a éste: 'Anda', y va;y a otro: 'Ven', y viene; y a mi siervo: 'Haz esto', y lo
hace".
El centurión había oído lo que Jesús hacía, y la fe había nacido en su corazón. Su fe era tal que no sentía necesaria la
presencia física de Jesús ante su siervo. Bastaba con que lo ordenara con su
palabra poderosa, así fuera a distancia: "¡Dilo
con una palabra, y mi criado quedará, sano!".
El centurión era un jefe subalterno. Pues bien,
si a pesar de ser subalterno, tenía autoridad y era obedecido por sus súbditos:
¡cuánto más la enfermedad obedecerá a Jesús, que goza de un poder propio y
absoluto, y dejará libre al enfermo! El centurión reconoce humildemente en
Jesús un señorío muy superior al suyo. Además, tal vez el centurión quería
evitarle a Jesús un conflicto, pues estaba prohibido entrar en casa de un
pagano (cf Hch 11,2-3).
9 Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y
volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: "Os digo que ni en.
Israel he encontrado una fe tan grande".
El Reino
de los Cielos, que estaba destinado a los judíos, herederos naturales de las
promesas, llamados "los
hijos del reino", (Dt
1,31; Is 63,16), ahora pasara como herencia a los paganos. El banquete
mesiánico es el festín de la nueva Alianza ofrecida ahora a todo el mundo (Ex 24,9-11;
Hb 12,22-24). El adjetivo "muchos"
equivale en hebreo a "incontables", a "miles y
miles"; inclusive a "todos".
San Pablo más tarde dirá que el rechazo de Israel
entra en el plan de salvación de Dios y que no es definitivo:"No quiero
que ignoréis, hermanos, este misterio: el endurecimiento parcial que
sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así,
todo Israel será, salvo" (Rm 11,25-26a).
Lucas termina su relato diciendo simplemente: "Cuando volvieron a la casa, hallaron al
siervo sano ".
ACTUALIZACION
Señor
Jesús: Mira a nuestros enfermos que tanto sufren, o están en peligro de muerte.
Ven a visitarlos; o, si prefieres, pronuncia sólo una palabra y sanarán.
Conforta, Jesús, nuestra fe; e invítanos a participar
en
el banquete del Reino de los Cielos.
Amén.