Después
de impartir diversas
enseñanzas (Mc 9,33-10,31) Jesús —camino a Jerusalén—
hace el tercer anuncio de su pasión y resurrección: "Mirad
que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos
sacerdotes
y a los escribas; le condenarán a muerte y le
entregarán a los
gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le
azotarán y le matarán, pero a los tres días resucitará" (Mc 10,33-34).
En seguida, con motivo de
la petición que Santiago y Juan le hacen para ocupar en la gloria su derecha
y su izquierda,
Jesús les da una instrucción sobre el "servicio", terminando con una frase preañada de sentido: "El Hijo del hombre no ha
venido a ser servido,
sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mc 10,45).
Y en eso:
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Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una
gran muchedumbre, Bartimeo (el hijo de Timeo), un
mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. 47 Al enterarse
de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: "¡Hijo de David, Jesús, ten
compasión de mí!" 48 Muchos le increpaban para que se callara.
Pero él gritaba mucho más: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".
Jesús
llega a Jericó. Lucas aprovecha la oportunidad para narrar la conversión de
Zaqueo, que termina con una frase grandiosa de salvación universal: "El
Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,1-10).
Luego
sale de
la ciudad y se encamina a Jerusalén para llevar a
cabo la realización plena de su misión. Va con sus discípulos y con una gran
muchedumbre. Se tiene la impresión de un cortejo triunfal. De pronto aparece en
escena Bartimeo, un mendigo ciego, sentado junto al camino.
Mateo
habla de dos ciegos; Lucas ha colocado el episodio a la entrada de Jericó, y ha
organizado el relato con una estructura quiástica, centrada en el grito del ciego:
"¡Hijo de David, ten compasión de mí!".
Al
enterarse por la algarabía de la muchedumbre que era Jesús de Nazaret quien pasaba,
Bartimeo
comenzó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten,
compasión de mí!" . Este grito parece
anunciar ya las aclamaciones mesiánicas de la multitud, el día de las Palmas, y
las controversias con los fariseos acerca del Mesías "hijo o Señor de David" (Mc
11,10; 12,85-37).
A
los reclamos para que se callara, Bartimeo gritaba con mayor fuerza. El tenía fe en
Jesús y sentía que podía sanarlo.
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Jesús se detuvo y dijo: "Llamadle". Llaman al ciego, diciéndole:
"¡Animo, levántate! Te llama". 50 Y él, arrojando su
manto, dio un brinco y vino donde Jesús. 51 Jesús dirigiendose a el, le dijo:
"¿Qué quieres que te haga?" El ciego
le dijo: "Rabbuní, ¡que vea!" 52 Jesús le dijo:
"Vete, tu fe
te ha salvado ". Y al instante, recobró la vista y le seguía por
el camino.
Jesús
se detiene, manda llamar al ciego. En medio de aquella apoteosis, Jesús tiene
tiempo para Bartimeo, un pobre ciego. Sí, él ha venido para los enfermos y los
pecadores.
Bartimeo
avienta su manto y, superando los obstáculos de su ceguera, salta y se llega a
Jesús. Este bien conocía la ceguera de aquel hombre, pero quiere escuchar de
sus propios labios la necesidad más apremiante y el deseo más urgente de su
vida.
— "¿Que quieres que te haga ?"
— "Rabbuní
¡que yo vea!"
— "¡Vete,
tu fe te ha salvado! ".
"Rabbuní"
= "Maestro mío", es un título más solemne que el simple
"Rabbí" y empleado con frecuencia para dirigirse a Dios (Jn 20,16). "¡Que
yo vea!". Lo que aquel hombre más ambiciona es la
luz de sus ojos. Y Jesús le concede al instante la vista.
Mateo
dice que "Jesús, movido a compasión, tocó sus
ojos, y al instante recobró la vista ". Marcos agrega: "Y le seguía por el
camino". La fe no sólo lo ha salvado-sanado, sino
que lo impulsa a seguir a Jesús, convirtiéndolo en su discípulo. ¡Cuántas veces
una sanación no es sino el llamamiento para una conversión, un cambio de vida,
y un seguimiento en pos de Jesús. La vida le ha cambiado!
Lucas
subraya que el ciego "le seguía glorificando a Dios. Y
todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios". Lucas
no se cansa de inculcar en sus lectores el deber, la necesidad y la alegría de
dar gloria a Dios por sus obras de misericordia y compasión.
Con este milagro que es un paso de la ceguera a la visión, y de las
tinieblas a la luz— colocado después del tercer anuncio de la
pasión-resurrección de Jesús, y de la afirmación categórica sobre el seivicio
de "dar su vida en redención de muchos", y antes de emprender su
subida definitiva a Jerusalén, el evangelista quiere enfatizar la necesidad
absoluta y apremiante de abrir los ojos y contemplar con mirada de fe cuanto
va a acontecer con Jesús en los próximos días: sera la culminación de su misión
redentora.
El
milagro del ciego de Jericó es como un evangelio en miniatura, pues comprende:
fe, proclamación, encuentro personal con Jesús, súplica, liberación y seguimiento
de Jesús. Es también modelo acabado del anhelo de salvación que bulle en el
corazón del hombre sumido en el sufrimiento, en la enfermedad y en la pobreza.
El ciego Bartimeo, por
su parte, una vez iluminado, se transforma en discípulo que sigue a Jesús,
—como un discípulo a su maestro—, en su subida a Jerusalén y en
su camino a la cruz, que es instrumento de
liberación total.
El relato acusa un
origen judío-cristiano, y posee fuerte colorido bautismal: el paso de la
oscuridad a la luz, y el tránsito de la inactividad al seguimiento activo en
pos de Jesús.
En
una lectura hermenéutica, actualizante, podemos ver en
el ciego la situación de todo marginado, a quien la sociedad quiere
tener callado, pero cuya esperanza lo lanza a seguir suplicando,
Jesús actúa contra la actitud de los circunstantes y otorga
gratuitamente al ciego la vista que tanto deseaba, liberándolo de las tinieblas
en que vivía.
ACTUALIZACION
Jesús de Nazaret, Hijo de David! Aquí estoy pobre y ciego,
sentado a la vera del camino de mi vida, nada puedo hacer,
mi ceguera me lo impide.
Detente Jesús, ante mi miseria, que quiero ver.
Compadécete de mí, Dame la luz, Maestro mio.
Llénate de misericordia y toca mis ojos.
Gracias, Jesús por lo que me has dado.
Quiero seguirte y ser discípulo tuyo.
Yo te alabo y te bendigo . Amén