20 Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. 21 Pedro se acordó y le dijo: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca.»
La maldición de la higuera, hecho insólito y extraño, tomado sólo en su materialidad, provoca inmediatamente esta pregunta: ¿Porqué maldecir a un árbol cuando naturalmente "no era tiempo de higos?. Esta reacción es lógica en el plano natural; pero Jesús, superando este nivel, ejecuta una acci{on dramática que debe ser comprendida como "gesto simbólico" o "signo" o "parábola en acción", a la manera de gestos simbólicos de los profetas (cf Jr18,1-12)
En esta perspectiva, al maldecir la higuera que no ha dado frutos, Jesús no quiere ocuparse del árbol como tal, sino como símbolo o figura de Jerusalén, estéril y castigada. En la Escritura, tanto la higuera como la viña son frecuentemente símbolos de Israel (Jr. 5,17; 8,13; Am 4,9; Os 2,14; Ha 3,17; Jl 1,7.12).
Más aún, colocado este episodio entre dos visitas al Templo, la higuera estéril podría referirse más concretamente al Templo de Jerusalén, en el que Jesús Mesías no ha encontrado fruto. "Las hojas brillantes de la higuera son tal vez el símbolo de las bellas construcciones del Templo, condenadas por su esterilidad religiosa" (TOB) (cf Jr 8,13; Os 9,16; Mi 7,1; Jl 1,7)
Este prodigio es una prueba del poder de Jesús. "Por una vez, ha querido hacer un milagro que no fuera directamente de beneficiencia,sino que pudiera servir de lección útil a sus discípulos (Lagrange).
La aplicación y actualización de esta lección, rica en posibilidades, permanece siempre abierta a otras situaciones, ya sean colectivas o personales. Así, algunos autores piensan que la higuera estéril y maldita es símbolo de la Ley, que ha dado ya sus frutos y debe terminar; o de Israel infiel (cf Lc. 13,6-9); o de la multitud que ha abandonado a Jesús; o del fin del imperio romano (D. Ellul); o de la comunidad cristiana a la que Marcos dirige su evangelio (E. La Verdiere).
ACTUALIZACIÓN
Señor Jesús:
Tú me has dado la vida y me has llenado de gracias.
Señor, ¡te he sido infiel! Y nada tengo qué ofrecerte .
Pero, ¡compadécete y ten misericordia de mí!
No vayas a pronunciar sobre mí
una palabra de esterilidad.
Aumenta mi fe y fortalece mi plegaria.
Perdona mis infidelidades,
y dame la fecundidad necesaria para producir
frutos de vida eterna.
Amén