El capítulo segundo del Génesis no es una continuación
del capítulo primero. Son dos cuadros totalmente diferentes.
Con estos datos, entonces, comenzamos el estudio del
capítulo segundo del Génesis. Este segundo capítulo aparece también como un relato de la creación.
Y en la realidad de las cosas, la creación no fue ni
según el primer cuadro, ni según el segundo cuadro. Entonces, ¿cómo fue?
Pregúntenle a Dios. Porque ni siquiera en la universidad les van a decir cómo
fue la creación. En la universidad jugamos a las hipótesis, a las
posibilidades, “tal vez así…”
¿Cómo fue? No sé, pero… cuanto existe, existe porque Dios lo ha creado. Ahora vamos a ver otro relato de la creación.
En el segundo cuadro, ¿cómo fue la creación de los
animales? ¿Cómo fue la creación del hombre? ¿Cómo fue la creación de la mujer?
Quién sabe, pero yo se las voy a contar según el segundo capítulo del Gènesis,
de esta manera porque lo que interesa no es cómo fue, sino qué es el hombre, qué es la mujer y qué es la creación. No nos
importa el cómo de la aparición, sino el profundo misterio: ¿Qué es el hombre?
¿Qué es la mujer? ¿Qué es la creación?. Entonces, así como el autor del primer
capítulo tuvo la libertad de pintarnos a Dios como un buen trabajador que se
afana durante una semana por realizar la obra que tiene que hacer, así el autor
del segundo capítulo nos va a pintar a Dios en una creación diferente.
En el primer capítulo, el teólogo que lo
escribió se interesaba por decirnos que todo cuanto nuestros ojos ven, todo
brota de la acción creadora de Dios, y que, en ese universo, el hombre es
imagen y semejanza de Dios.
El autor, el teólogo del segundo capítulo
no se interesa por la creación del universo, sino su interés está en el
misterio del varón y de la mujer. Por eso no se ocupa de las estrellas, ni
del sol, ni de la luna, sino nada más se interesa por él y por ella. Y si habla
de vegetales y de animales, es nada más como por adorno, porque es también el
ambiente donde vive el hombre. Pero a este teólogo lo que le interesa es el misterio del ser humano en su doble
sexo: varón y mujer.
Si ya, en el primer capítulo, Dios es pintado como un
hombre que trabaja seis días, en el capítulo segundo, Dios es pintado como si
fuera un hombre como nosotros, con su respiración, con sus manos, que se pasea,
que organiza.
De tal manera que, en este sentido, los
antropomorfismos, presentaciones de Dios como hombre, se multiplican. Es un
género literario. Dios no es así, es pintado así. Por lo tanto para
comprender el mensaje de este capítulo importantísimo, hay que tener en cuenta
esta comparación.
Es como una nuez: si ustedes quieren comerse el fruto
de la nuez, la carnita de la nuez, hay que despedazar la cáscara dura de la
nuez y, luego, entresacar el fruto de la nuez de todos los escondrijos que
tiene la cáscara dura. Y nadie se come la cáscara dura de una nuez, ni se la
traga, sino la bota y se queda con la sustancia sabrosa. Entonces, el capítulo segundo está lleno de
cáscara de nuez, pero si la nuez no tuviera cáscara no se daba,
El lector tiene que percibir el género literario de
este capítulo, para comprender el mensaje. Así hay que tener en cuenta todo
esto, para decir: “Ah, esa es figura, pero la figura, ¿es, será la realidad?
Hay que quedarse con la realidad y botar la figura.
Como el autor del primer capítulo había hecho su
cuadro en siete apartados: seis días de trabajo y uno de descanso, el autor de
este capítulo ha hecho su composición
como un díptico. Un díptico quiere decir: dos cuadros con diferentes
escenas. Y en la primera escena va a
hablar de la formación del varón, y en el segundo cuadro va a hablar de la
formación de la mujer, con una interesante conclusión, una vez ya formada la
mujer.
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El primer
cuadro, que habla de la formación del varón, se encuentra en el capítulo 2,4b
hasta el versículo 17.
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El
segundo cuadro, “formación de la mujer”, va del versículo 18 hasta el versículo
23.
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Y luego,
la conclusión está en los versículos 24 y 25.
Les debo decir que este díptico es grandioso en su contenido doctrinal. Pero ese contenido doctrinal va a estar expresado en imágenes, en corteza (como la nuez de la que mencionamos antes) muy bella pero muy dura. Entonces, hay que saber y conocer esa corteza, romper esa corteza para después investigar. Bueno, y esa cortecita tan dura, es decir, el contenido doctrinal, es de mucha calidad.
Entonces,
vengamos al primer cuadro del díptico: LA FORMACIÓN DEL HOMBRE, del varón,
capítulo 2,4. Dice el texto:
Gn 2,4b: El día en que Yahvéh Dios hizo la tierra y el
cielo, no había ningún arbusto del campo sobre la tierra, ni germinaba hierba
alguna del campo, pues Yahvéh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni
había hombre para cultivar el suelo.
Dos REFLEXIONES:
- Primero,
por favor no se vayan a acordar del capítulo primero, porque, si se
acuerdan, me van a decir: “Oiga, pero si ya había todos los árboles, si ya
había todos los animales, ¿cómo me está diciendo aquí que no?” Son dos
cuadros diferentísimos. Uno quiso pintar la creación de todos, este quiere
pintar la creación del varón y de la mujer. Y lo hace en esta forma: como
si, en la tierra, no hubiera todavía nada, nada, nada, casi una
desolación.
- Segunda reflexión: El nombre de Dios, en el primer capítulo a Dios se le llamaba “Dios” y nada más. Aquí aparece “Yahvéh Dios”, el Nombre del Dios de Israel, Yahvéh, Yahvéh Dios.
Nuevamente Dios va a aparecer aquí como un hombre que trabaja.................................
Estas enseñanzas las impartió el P. Carrillo en sus clases en el Instituto de Pastoral Bíblica del cual es fundador. A ello se debe que a veces se presentan con un lenguaje sencillo y repetitivo pues éstas notas son el resultado de la transcripción de sus clases. Para mayor referencia se puede consultar la siguiente bibliogafía en que nos ha hecho de guía
Sobre este tema presentaremos cinco partes.