jueves, 10 de noviembre de 2016

MISTERIOSA FORMACIÓN DEL HOMBRE Y DE LA MUJER (Génesis 2,8. 18-25) 3ª. parte

Después de que Dios ha modelado al hombre, ese hombre es colocado en el jardín de Edén.

Gn 2,8: Plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, y ahí puso al hombre que había modelado.

  1. Primero: Dios había sido pintado como alfarero, ahora es un jardinero que planta un buen jardín. Su Nombre: Yahveh Dios. Y, ¿dónde planta ese jardín? En Edén. Y, ¿dónde está Edén? En el Oriente.
Esto es bien importante. Quiere decir, como una mamá le cuenta un cuento irreal a su chiquito, inventa el lugar, inventa los personajes, pero no inventa la enseñanza, no qué quiere enseñar. Lo que le quiere enseñar es lo importante: “Hubo una vez…” Y luego sigue. No digo “la mentira”, sino el cuento portador de una lección.

Entonces también: “Plantó Yahvéh Dios un jardín…” ¿Dónde? “En Edén.” ¿Dónde? “En el Oriente.” “Y ahí puso al hombre que había modelado”.

  1. En el oriente, hablar de jardín es hablar de felicidad. Hay que tenerlo muy presente esto. En el centro de México, del país, encontrar un jardín es hablar de una cosa más o menos ordinaria. Pero, ya si ustedes fueran un poquito al norte de México, del país, encontrar un jardín o un poquito de selva, entonces sí que es un prodigio. Y un jardín y una selva es un lugar de felicidad.
     Entonces, ¿qué hay ahí? Dios creó al hombre y lo colocó en una situación de felicidad. No me detengo. Después volveremos sobre esto. Continúa el relato, versículo 9:

Gn 2,9: Hizo Yahveh Dios brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para comer, y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.”

     De tal manera que, la vista es saciada y también el gusto y el paladar reciben lo que quieren. Y luego, en este jardín, dos árboles misteriosos: el Árbol de la Vida en medio del jardín, y otro árbol, no dice dónde, de la ciencia de la felicidad y de la no felicidad, o también la ciencia del bien y del mal. No los explicaremos en este momento, vendrá después la explicación.

     Pero, lo importante es que Dios creó al hombre y lo puso, lo colocó en un estado, en una situación de felicidad.

     Y, después, los versículos 10-14 los vamos a leer, pero no les vamos a hacer mucho caso, por lo que viene después. Es como una descripción del jardín del Edén.

Gn 2,10: De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde ahí se repartía en cuatro brazos.
         11: Uno se llamaba Pisón. Es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro.
         12: El oro de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice.
         13: El segundo río se llama Guijón: es el que rodea el país de Cus.
         14: El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates.

          Afortunadamente, conocemos los nombres de los dos últimos ríos: el Tigris y el Éufrates. Y esos es fácil imaginarlos porque los pueden ustedes ver y tocar. Pero también encontramos que la tierra de Javilá es conocida y es Arabia. Y la tierra de Kus también es conocida y es Etiopía. Y sabemos que en Etiopía corre un grande río: el Nilo. Y más allá de Arabia corre un grande río que es el Indus.  Y, entonces, lo curioso es esto: que ese dato fue escrito antes de que se conociera la geografía que nosotros conocemos. Y hubo un tiempo, para nosotros incomprensible, que se creía que los cuatro grandes ríos que he mencionado: el Tigris, el Éufrates, el Indus y el Nilo, los cuatro tenían una misma fuente. Ahora sabemos que no es así pero por ejemplo Alejandro Magno, cuando llegó al Indus, creía que estaba llegando a donde nacía el Nilo.

     Entonces, ¿por qué no hacerle caso a esa descripción? Porque es una descripción que quiere utilizar los datos geográficos del tiempo, que ahora sabemos que no es así.

     De tal manera que, la persona que quiera saber dónde está o dónde estaba el Jardín del Edén, no vaya a perder el tiempo, porque no lo va a encontrar. Es un jardín ficticio. Si quiere conocer el Tigris y el Éufrates, vaya a Irak. Vaya poco después también al Indus y al Nilo. Pero nunca vaya a preguntar, ni a buscar, dónde estaba el jardín del Paraíso porque esto es ficticio. Lo que nos quiere decir es que, Dios, al formar al hombre, lo coloca en un estado de felicidad particular.

Gn 2,15: Tomó Yahveh Dios al hombre y lo colocó en el jardín de Edén (es como una repetición) para que lo cultivase y lo guardase.”

     Esa palabra es muy buena: “Para que lo cultivase y lo guardase”. Dios nos pone en el mundo para hacer algo. El trabajo dignifica al ser humano. No quiero, en este momento, fijarme en los excesos, sino en el trabajo como tal. El ser humano realiza su misión cuando trabaja. Claro que, si hay mucho trabajo, se requiere el descanso, por eso el descanso sabático.

Gn 2,16: Y ordenó Yahveh Dios al hombre diciendo: “De todos los árboles del jardín puedes comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día en que de él comieres, ciertamente morirás”.

     ¿Qué hay aquí? Inmediatamente estamos en el terreno de las figuras, de las imágenes. ¿Qué quiere decir esto? Desde luego, el texto habló de dos árboles, “el árbol de la vida” en medio del Paraíso, y “el árbol de la ciencia del bien y del mal” del cual no se puede comer.

Como no dice que no se pueda comer del árbol de la vida, entonces se supone que el hombre puede comer de ese árbol de la vida, que le va a dar una vida sin término. Y, entonces, el hombre que naturalmente es mortal, por un regalo divino, al comer de este árbol de la vida, no morirá.

     Atención a esto: el hombre, naturalmente, es mortal. Y parece ser que, cuando Dios lo creó, lo creó para que, a pesar de ser mortal por naturaleza, por un regalo divino, no muriera. De tal manera que, este don de no morir, don de inmortalidad, era algo que no brotaba de la naturaleza propia del hombre, que es morir. Sino que, si no moría, era por un favor especial de Dios. Por otra parte, como exigido por la naturaleza propia del hombre, si mi alma es espiritual e inmortal, como que nuestra alma exige también una vida permanente.

     Entonces, en definitiva, el hombre en un principio, cuando fue creado por Dios, ¿era mortal por naturaleza? Sí. De tal manera que, el primer hombre, ¿moriría por su propia naturaleza? Sí. Pero en la Biblia, parece decirnos que el primer hombre, o los primeros hombres, no morirían, pero eso sería por un don particular de Dios que nosotros lo podemos como comprender por esto: si nuestra alma es inmortal y el hombre es un compuesto de alma y de cuerpo, como que nuestra alma exige la permanencia en la existencia de nuestro cuerpo.

EL SEGUNDO ÁRBOL:

Gn 2,16: “Pero no comas del árbol de la ciencia del bien y del mal” (imagen)” porque si comes, morirás”.

¿Cuál es el CONTENIDO DOCTRINAL DE ESTA IMAGEN?

     Aún cuando el hombre haya sido colocado por Dios en una felicidad y en una inmortalidad como regalo, sin embargo, el hombre siempre es una criatura dependiente de Dios. El hombre es una criatura de Dios y el hombre debe siempre reconocer a Dios y obedecer a Dios. Y Dios ha puesto en nosotros una ley, ley natural que se siente. Y uno debe obedecer esa ley que Dios ha puesto en nosotros. ¿Por qué? Porque el hombre no es Dios, sino es criatura de Dios. Es un ser dependiente necesariamente de Dios.

     Entonces, el hombre, diga lo que diga, siempre será una criatura que depende de Dios. El estado de justicia original no dispensaba al ser humano de la dependencia que brota, necesariamente, entre la criatura y su Creador. Dependencia santa, que no destruye la libertad humana, antes bien, la ennoblece y perfecciona. Como el hecho de que un hijo reconozca a sus padres y les rinda la veneración que se deben, nunca va a denigrar al hijo, al contrario, lo ennoblece y lo perfecciona.

     Entonces, en sustancia, el primer cuadro nos habla de dos cosas bien importantes:

  1. De la formación del varón.
  2. Del estado de felicidad en el cual Dios quiso, libremente, colocarlo.

     Resumiendo, del versículo 4b al 17 del capítulo 2, se trata de la formación del varón y de su colocación, como un regalo, en un estado de felicidad. Estado de felicidad, pero, sin embargo, el hombre, criatura de Dios, debe guardar su dependencia del Creador, dependencia que no lo hiere, sino lo ennoblece.
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Estas enseñanzas las impartió  el P. Carrillo en sus clases en el Instituto de Pastoral Bíblica del cual es fundador. A ello se debe que a veces se presentan con un lenguaje sencillo y repetitivo pues éstas notas son el resultado de la transcripción de sus clases. Para mayor referencia se puede consultar la siguiente bibliogafía en que nos ha hecho de guía
(1)  SALVADOR CARRILLO ALDAY M.SP.S Origenes del cosmos y del hombre. Génesis I-IX. Ed. La Campana.
Sobre este tema presentaremos cinco partes.