jueves, 11 de mayo de 2017

EL REGRESO DEL ESPIRITU INMUNDO: Mt 12,43-45; Lc 11, 24,26.

"Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda va­gando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no hallarlo, dice: 'Me volveré a mi casa, de donde salí'. Y al llegar la en­cuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio": Le 11,24-26.
El pasaje del regreso del espíritu inmundo presenta una ideología marcadamente oriental y eso es una garantía de an­tigüedad.
Los dos textos corren al unísono.
*   La expresión "espíritu inmundo" es sinónimo de "de­monio".
*   El desierto es el lugar donde habitan los demonios: Tb 8,3; Mc 5,1s; Mt 4,ls. No encontrando qué destruir, el demonio no halla reposo, no está contento.
*   En la mentalidad oriental, un poseso es la casa del de­monio. "Una casa desocupada, barrida y adornada" significa que ha sido preparada para recibir un nuevo huésped.
*   "7" es símbolo de perfección. La posesión por siete demonios más, y peores que el primero, quiere decir que el estado moral del individuo ha llegado al máximo de su degra­dación.
*   Mateo añade: ¡Esta es la situación de esta generación perversa!, causada por su falta de fe: 12,38-42.
El texto evangélico no carece de dificultad. Parece que hay un cierto determinismo en la situación del individuo: el demonio una vez arrojado fuera, volverá irremediablemente. ¿Dónde está la eficacia de la virtud de Jesús al expulsar a los demonios, si éstos van a volver?

El problema se soluciona si vemos en la frase "y, al llegar encuentra", una oración condicional semítica: "Y si, al venir, encuentra la casa vacía, barrida y adornada. .."
Así entendidas las cosas, si el demonio vuelve a tomar posesión de su antigua mansión, no es por ineficacia de la vir­tud de Jesús, sino por culpa del individuo, pues la casa no debe permanecer sola una vez que el espíritu inmundo ha sa­lido: "Un nuevo señor debe reinar allí, la palabra de Jesús debe ser su norma de vida y la alegría del Reino de Dios debe invadirla. Debe convertirse en "morada de Dios en el Espíri­tu": Ef 2,22 (Jeremías).



*Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 84-86 Instituto de Pastoral Biblica. México, 2011