PARABOLAS DE
LUCAS
Siguiendo con
nuestro estudio sobre las Parábolas, los próximos meses presentaremos un grupo
de quince parábolas patrimonio del Tercer evangelio.
I — LOS DOS DEUDORES
O LA PECADORA PERDONADA: Lc 7,36-50.
Primera parte:
¡Trozo admirable sobre el perdón que Dios
otorga a los pecadores que se arrepienten! Jesús, el representante de Dios,
participa de esta misericordia divina. El cristiano, que sigue las
huellas de Jesús, debe también poseer esa piedad compasiva hacia el pecador que
quiere volver a Dios.
1.—LA
PECADORA EN EL BANQUETE: vv.
36-39.
"Un fariseo le rogó (a Jesús) que comiera
con él; y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la
ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa
del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a
los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con
los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el
perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: 'Si éste
fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando,
pues es una pecadora': vv.36-39.
Un Fariseo, de nombre Simón, invitó a Jesús a
comer con el. Se trataba de un banquete, pues el verbo griego "se recostó'" así lo da a entender. Esta invitación supone que
lo impresionó de tal manera de llegar a creerlo, en alguna forma, profeta: v.
39. Además, era un acto meritorio el invitar a comer a un predicador
transeúnte, particularmente si había tomado parte en la instrucción sinagogal
del shabát.
"Una mujer pecadora" de aquella ciudad sabe que Jesús está en casa del
Fariseo. Su actitud nos hace pensar que también ella escuchó a Jesús y fue
profundamente conmovida. El tema de sus palabras fue tal vez la misericordia de
Dios que perdona al pecador que se arrepiente, aun cuando sus pecados hayan
sido innumerables.
El término "pecadora" indica que se trataba de una prostituta. Lucas
no ha querido revelar el nombre de esta mujer. Ciertamente no es María Magdalena
de quien hará mención en 8,2; ni menos María la hermana de Lázaro ,que ungió la
cabeza de Jesús: Mc 14,3-9; Mt 26,6-13; o sus pies: Jn 12,1-8, días antes de la
pasión.
Tomó, pues, la mujer un frasco de alabastro con
perfume y se puso detrás, a los pies de Jesús. Va a dar a Jesús lo que tiene.
El perfume, que le ha servido en otras ocasiones para inducir al pecado, quiere
ahora emplearlo para expresar su gratitud y su amor.
Jesús se encuentra recostado a la manera
oriental. La intención de la mujer era sólo ungir a Jesús pero de pronto sus
ojos estallan en lágrimas que bañan los pies del Maestro. No teniendo con que
secarlos, desata su cabellera —sin importarle el deshonor que eso significa— y
con sus cabellos enjuga las lágrimas; y, llevada de su amor, se atreve a besar
los pies de Jesús antes de ungirlos con el perfume. Besar las rodillas o los
pies de una persona era signo de una profunda gratitud por un favor recibido.
Jesús parece insensible; pero lo ha visto todo y lo ha aceptado todo.
El Fariseo formula en su interior un juicio
desfavorable respecto de Jesús: ¡Imposible que sea profeta! Los Profetas
conocían el valor moral de las personas con quienes trataban: IR 13,20-32; 2R
5,25-27. Este, de ser profeta, "sabría quién y
qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora".
Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 137-139 Instituto de Pastoral Biblica. México, 1992
Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 137-139 Instituto de Pastoral Biblica. México, 1992