sábado, 22 de diciembre de 2018

LA SEMILLA QUE CRECE EN SECRETO: Mc 4,26-29.

        Después de las parábolas de la lámpara y de la medida, Marcos nos ofrece una parábola que le es propia: la de la semilla que crece en secreto, llamada también la parábola del labriego paciente. 

He aquí una traducción que quiere apegarse al original: 

"Así es el Reino de Dios, como un hombre que arroja la semilla sobre la tierra, y que duerma y que se levante, noche y día; y la semilla brota y germina, como él no lo sabe. 
Automática la tierra da fruto: primero hierba, luego espiga, luego trigo lleno en la espiga. Pero cuando el fruto lo permite, mete en seguida la hoz, porque la siega está presente". 

Desde luego, la verdadera comparación del Reino de Dios no va a estar ni en el sembrador, ni en la semilla, sino en el fruto de la cosecha. 
Un contraste brota a la vista: mientras que el campesino, después de sembrar, continúa plácidamente su vida acostándose y levantándose, noche y día, sin preocuparse del grano sembrado; la actividad vegetal de la tierra realiza incansablemente su obra y no termina sino hasta producir espigas cuajadas de granos. Solamente entonces -porque la siega ha llegado- el sembrador tomará la hoz. 
Así sucede con el Reino de Dios que Jesús está sembrando: posee una fuerza de germinación, de crecimiento y de fructificación tan irresistible, que escapa a todo cálculo humano y supera con mucho nuestra actividad. 
Jesús es el sembrador, y no ha rehusado presentarse bajo la figura de una fellah negligente, que espera tranquilo a que la tierra fructifique por sí sola. El no sabe cómo, pero está seguro y convencido de que la siega llegará. En la frase "como él no sabe" ¿no habrá escondido Jesús una de esas ignorancias de que quiso participar al tomar la naturaleza humana? Cfr Mc 13,32. 
La parábola se proyecta hacia la siega, y el texto de Joel 4,13: "Meted la hoz, que la mies está madura", ha inspirado al Evangelista o al mismo Jesús. Se trata de los últimos tiempos, cuando el fruto está sazonado. 

Es, pues, una parábola de contraste y una parábola escatológica. ¡Con la predicación de Jesús, la hora de Dios ha llegado! En la siembra está ya implícita la cosecha. Solamente hay que esperar con fe y sin impaciencia, con confianza y sin desaliento. Dios llevará a espléndida consumación la obra que ha comenzado... 

Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pág. 48-49 México, LA CAMPANA.IPB 2011