Esta parábola es también propia de Mateo.
"De
nuevo, semejante es el Reino de los Cielos a un, comerciante que busca hermosas
perlas. Habiendo encontrado una perla de gran valor, habiéndose marchado,
vendió todo cuanto tenía y la compró": 13,45-46.
Las
perlas eran altamente apreciadas en la antigüedad. Procedían del Mar Rojo, del
Golfo Pérsico, del Océano Índico. Había perlas valuadas en millones. Se dice
que Cesar regaló a la madre de Brutus una de 6 millones de sestercios (millón y
medio de pesos mexicanos).
En tanto que Mateo nos presenta ya un "rico
comerciante buscador de perlas", el Evangelio de Tomás habla sólo de un
comerciante que tenía un fardo, un bulto (seguramente lleno de baratijas de
bazar) y que, habiendo encontrado una perla, vendió el fardo y se compró la
perla. Esta situación explica mejor la sorpresa y el empeño por adquirir la
preciosa perla. Mateo parece haber agrandado el cuadro primitivo. Pero el
efecto fundamental es el mismo.
La perla de gran valor es imagen del Reino de los
Cielos. Y quien lo encuentra de verdad, queda de tal manera subyugado que tiene
valor para desprenderse de todo con el fin de conseguirlo.
Como
se ve, tanto la parábola del tesoro como la de la perla son parábolas de contraste, que comparan un primer estado de pobreza a una
situación posterior de riqueza. Son, Igualmente, una invitación
personal al Reino de los Cielos.
¡Venderlo todo
por él, vale la pena! ¡Es hacer un muy buen negocio! ¡Entrar en el Reino de
Dios y reinar con el ya desde el presente, vale todos los sacrificios...!
Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pág. 64-65. México, LA CAMPANA. IPB 2011