4. “El bautismo nos transforma en templos donde habita el Espíritu
Santo”; el bautismo nos convierte en morada donde habita Dios. Dios habita en
nosotros; somos templos del Espíritu Santo.
Dos textos que
avalan estas palabras tan bellas: “’¿No sabéis que sois santuario de Dios y que
el Espíritu de Dios habita en vosotros?”. (1ª Co 3,16).
Y luego una cosa
mucho más impactante. San Pablo sabe que el ser humano tiene espíritu y cuerpo,
alma y cuerpo; tenemos parte espiritual y parte material. La parte espiritual
se nos escapa, es más fácil conocer nuestro cuerpo. Conocer nuestra alma,
nuestro espíritu, óigame. Gracias a nuestra alma vivimos, sabemos lo que somos.
Pero conocer qué es nuestra alma no es tan fácil como conocer y destazar el
cuerpo para ver que hay ahí dentro. ¿Un cáncer incurable? Pues ciérrele y que
se muera cuanto antes, no queda otra. Y en esta bella palabra dice san Pablo:
“¿No sabéis que vuestro cuerpo?”, no dice vuestra alma, vuestro espíritu, sino
se atreve a subrayar: “¿no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu
Santo, que estás en vosotros, que habéis recibido de Dios y que por lo tanto no
os pertenecéis?”. Imagen, analogía. Un hijo podrá decir “yo me pertenezco a mí
mismo, yo no pertenezco a mis padres? Pues no. En el fondo, fondo, fondo, dice
“yo soy de mis papás”; en el fondo, fondo, fondo, no nos pertenecemos, somos de
Dios.
5. Y este
tema es más difícil. ¿Conocen los injertos?un
injerto es metido en el tronco de un árbol, y el injerto vive con la vida del
tronco del árbol. ¿Verdad? Y saben que el bautismo nos injerta en Jesús que
muere, no en Jesús muerto, sino en Jesús que está muriendo; y al mismo tiempo
el bautismo nos injerta en Cristo resucitado, que no solamente nos injerta en
Cristo resucitado sino en Cristo glorificado a la diestra del Padre. Nosotros
estamos metidos en Cristo que esta muriendo, estamos metidos en Cristo
resucitado y estamos metidos en Cristo
glorificado a la diestra del Padre. ¿Cómo puedo estar metido al mismo tiempo en Cristo que
está muriendo, en Cristo resucitado y en Cristo glorificado? No entiendo, pero
lo “creo” y lo admito y lo quiero. Somos un misterio, y la palabra de Dios, el
Nuevo Testamento lo dice clarito: Col 2,12, hasta sepultados: “Sepultados con
Cristo en el bautismo, con él también habéis resucitado, porque creéis en la
acción de Dios que lo resucitó de entre los muertos”. Estamos en la cruz
muriendo con él; estamos sepultados con él; estamos resucitados con él. Y el
apóstol Pablo fue todavía más audaz y en Ef 2,6 dice “con él nos resucitó y nos
hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús”. Jesús está sentado a la derecha del
Padre, una imagen, y nosotros estamos injertados en Cristo Jesús, allí estamos.
Me dirán ustedes, “oiga, pues yo no lo siento”. Yo le digo, “yo tampoco”, pero así es: Estamos llamados a estar sentados en la gloria con Cristo
Jesús gracias a la gracia del bautismo.
Sexto punto: El
bautismo nos introduce en lo que llamamos misteriosamente la comunidad de
creyentes, en otras palabras, lo que llamamos iglesia. No el Papa, no los
obispos, no los sacerdotes, sino la comunidad creyente. El bautismo nos hace
entrar en la comunidad de creyentes que en griego se dice iglesia. Y a esta
comunidad de creyentes se le llama también el Cuerpo de Cristo; a esta
comunidad de creyentes se le llama también el pueblo de Dios. Pues bien el
bautismo nos hace entrar en la Iglesia, comunidad de creyentes; nos hace entrar
en el pueblo de Dios; nos hace ser miembros del Cuerpo de Cristo.
La 1ª Pe dice:
“Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo
adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de ls
tinieblas a su luz admirable..:” El bautismo nos marca con un sello indeleble,
afortunadamente, es lo que llamamos el carácter bautismal, el sello bautismal.
Estamos sellados. Me parece que hay algún tatuaje nuevo que ya se puede hacer
desaparecer, verdad, pero los tatuajes antiguos imposible. Tatuados para toda
la vida. Perdonen la imagen, la comparación; pero el bautismo es nos imprime un
carácter como un tatuaje que nos dice “ésta criatura es de Dios”, soy de Dios.
Y es una garantía tremendísima porque el día de nuestra muerte cuando nos
encontremos ante Dios él va a decir – a pesar de nuestros pecadazos -; “oye,
pero si este es mío, dice soy de Dios”. El bautismo nos imprime tal sello
indeleble que nos hace pertenencia de Dios, y solamente si yo renuncio a ser
pertenencia de Dios, Dios dice está bien, vete al fuego calientito del infierno
(risas); renuncias al grande don que yo te di, eres libre, pero sábete que
fuiste marcado para siempre como propiedad de Dios. Pero habéis sido lavados,
pero habéis sido santificados, pero habéis sido justificados en el nombre del
Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.
El número 7 de sus
apuntes dice: Según el rito del bautismo, cuando termina la ceremonia del
bautismo, se hace esa participación. A la criaturita se le dice “eres rey con
Cristo, porque Cristo es Rey por el Reino de Dios; eres profeta porque debes
hablar de las cosas de Dios; eres sacerdote porque debes darle culto a Dios.”
Para terminar una
última pregunta y una oración: Finalmente una pregunta se impone. ¿Cuándo fue
la institución del sacramento del bautismo cristiano? El bautismo de Jesús en
el Jordán fue un anuncio y prefiguración de nuestro bautismo. Pero el bautismo
propiamente cristiano, que recibimos, fue inaugurado después de la resurrección
de Jesús. Si el bautismo es estar metidos en Cristo que muere y en Cristo
sepultado, en Cristo resucitado y en Cristo glorificado, entonces el bautismo
cristiano fue instituido después de la pascua total de Jesús. ¿Por qué? Porque
es una inserción en Cristo que muere, que resucitó y que es glorificado. De tal
manera que podemos decir: Anunciado nuestro bautismo en el bautismo de Jesús,
fue instituido por Jesús o el día de Pentecostés o también según algunos
Padres, cuando Jesús estaba muerto en la cruz, el centurión le abrió el costado
y brotó sangre y agua. Y los Padres vieron simbolizada en el agua el agua del
bautismo, y en la sangre la sangre de la Eucaristía. Pero aún cuando haya sido
en ese momento, Jesús estaba ya resucitado
y glorificado.
Quiero terminar
con una oración. No basta, no basta nada más saber qué es el bautismo, porque
ni lo entendemos. Lo que es urgente, o más urgente, es pedirle al Señor en un
día como éste y en una circunstancia como ésta que nos conceda la gracia de
comprender y de vivir la gracia del bautismo. A mí no me gusta mucho hablar de
“voy a renovar mi bautismo”, porque yo no me bauticé; yo fui bautizado por
Jesús. Jesús es el que bautiza con Espíritu Santo. Fuimos bautizados. Entonces,
más que renovar yo mismo, más que renovar yo mismo mi bautizo, “yo renuevo mi
bautismo”, yo le pido a Jesús que renueve él nuestro bautismo en nosotros.
Jesús dijo: “Juan bautizó con agua, yo los bautizaré con Espíritu Santo”. Y
Juan mismo decía: “Yo bautizo con agua, pero después vendrá uno que es mayor
que yo, y él os bautizará con Espíritu Santo”.
Por eso la
oración es: “Jesús, lleno del Espíritu Santo que el Padre te comunicó, y del
que estás lleno en tu naturaleza humana glorificada. Dígnate Jesús renovar en
cada uno de nosotros, en mí, en cada uno de nosotros, el bautismo en el
Espíritu Santo con que quisiste bautizarnos. Jesús, si renuevas ese bautismo en
mí, perdona mis pecados; comunícame vida divina; hazme santuario donde habite
la Trinidad; úneme a ti Jesús que mueres, que has resucitado, que estás
glorificado. Renueva en mí mi pertenencia a la Iglesia que es tu Cuerpo. Y
sobre todo ten en cuenta que soy pertenencia tuya Jesús y que estoy llamado
contigo para gozar plenamente de Dios por toda la eternidad. Amén”.