De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar gracias a Dios porque, al recibir la Palabra de
Dios que os predicamos, la acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es
en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los
creyentes.
1 Ts. 2,13
Al recibir los
tesalonicenses, no la escritura, sino la Palabra de Dios predicada, que quiere
decir, proclamada, la acogieron, no solo la escucharon.
Una cosa es escuchar, otra
cosa es recibir, otra cosa es acoger,
Cuando llueve, recibimos el agua pero a veces no nos
empapamos, la recibimos pero no la acogemos.
Si vemos a alguien bien empapado, es que acogió la lluvia. Así es como
debemos acoger la Palabra de Dios. No usar
paraguas sino dejarnos recibir la lluvia y que nos penetre.
La Palabra de los apóstoles
no debe ser acogida como palabra de hombre, sino la palabra que nosotros
proclamamos Palabra de Dios, aprendida, acogida, madurada y luego proclamada,
no es palabra nuestra, como las palabras que Jesús pronunciaba, que no eran de
Él sino de su Padre, no como palabra de hombre, sino cual es, en verdad, como
Palabra de Dios.
Texto hermoso y lleno de
entusiasmo. La Palabra que escuchen de aquí, que reciban, que acojan y que
proclamen, no será palabra de hombres sino será la Palabra de Dios proclamada
con labios humanos, porque Dios necesita de nuestros labios humanos para llevar
adelante la Palabra de Dios que es la madre de la Iglesia. La Iglesia es
criatura verbi, criatura de la Palabra, nace de la palabra, y esa palabra como
es divina permanece operante en vosotros los creyentes. Es operante, es eficaz,
que transforma, que cambia vidas, palabra que renueva, palabra que hace
diferente a la gente.
En resumen hay tres niveles de la Palabra de Dios:
- La Palabra Encarnada
- La Palabra Escrita que Dios nos ha regalado
- La Palabra que nosotros habiéndola estudiado, de esta
palabra escrita, entonces se transforma en palabra de Dios proclamada.