Salmo 94
Evangelio: Lc.11,14-23.
En el salmo responsorial, encontramos el estribillo que quiero subrayar: "Señor, que no seamos sordos a tu voz".
Hay doble clase de sordera, la sordera natural por la cual uno va perdiendo el oído, y la sordera espiritual que no permite escuchar la voz del Espíritu Santo que es fina y secreta y resuena en el corazón.
La Palabra del Señor muchas veces se escucha pero no con los oídos del corazón sino nada más con los oídos externos y entonces no entra, no penetra, no se hace caso. Cuando va uno a la calle oye uno mucho ruido pero afortunadamente no le hacemos caso, si le hiciéramos caso quedaríamos aturdidos o sordos.
A mí me maravilla mucho cuando hace unos meses o hace años me encontraba con una persona hablando sola por la calle, uno decía éste está loco, no! llevaba su celular y no, no había nada de locura en esa persona.
Dios habla al corazón, dejémoslo que nos hable, no seamos sordos a su voz.
Y en la aclamación antes del evangelio "Todavía es tiempo, dice el Señor, conviértanse a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso" Jl.2,12-13.
Compasivo y misericordioso esas dos palabras no siempre se admiten porque se ensordece uno espiritualmente de tal forma que no puede uno escuchar la voz de Dios que es compasivo y misericordioso, y decimos : si fueras en realidad compasivo y misericordioso me oirías mi lamento, pero no me oyes, luego no eres tan compasivo y misericordioso como leemos en la Palabra de Dios.
Afinemos nuestra fe aún y cuando nos sintamos mal, cuando nos sucede lo que nos sucede. Hay que hacer una oración: "Señor aumenta en mí la fe en que tú eres compasivo y misericordioso".
El Evangelio nos habla del poder de Jesús para echar fuera todo mal, y el mal más importante es el mal espiritual que causa el demonio cuando entra en nosotros o por lo menos tiene su influencia en nosotros.
Hay que estar como siempre protegidos, pero esta protección no debe ser angustiosa. Hay una oración que ustedes saben de memoria, que justamente pide esa protección.
Padre nuestro, que estas en el cielo, santificado sea tu nombre, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, no nos dejes caer en tentación y líbranos del malo, del maligno, no líbranos de todo mal. Que me da un catarro, líbrame del mal del catarro, no!. La oración de Jesús es mucho más profunda.
Líbrame de lo que es realmente malo, y en este evangelio Jesús ejercitó su ministerio de poder en razón del Espíritu Santo que lo habitaba y su poder en contra directamente del mal. Por eso es tan importante la presencia, el poder, la oración al Espíritu Santo, pero como dice el evangelio "pero si yo arrojo los demonios con el dedo de Dios" pero no es el dedo de Dios, es el poder de Dios, el dedo de Dios es una imagen, es el poder de Dios que habita en nosotros. " Pero si yo arrojo a los demonios con el dedo de Dios eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios".
Que Dios reine en nuestros corazones, que reine en nuestra vida y entonces una humilde súplica en esta eucaristía: "Señor tú vas a venir en tu cuerpo y en tu sangre entregados para liberarme de todo mal, no permitas que el maligno llegue a mí, mantenlo lejos de mí, arrójalo lejos, no quiero esas inquietudes, te lo pido Jesús por el amor que le tienes a tu Padre, y también por el amor clemente y misericordioso que nos tienes a nosotros".
Homilía pronunciada por el P. Salvador Carrillo Alday, Ms. Sp. S el 7 de marzo del 2013, den la capilla del CEFEJ, en Moneda 86A, Tlalpan, D. F. MEXICO.