miércoles, 6 de enero de 2016

Resurrección del hijo de una viuda (Lc 7,11-17).

Este milagro de resurrección, propio de san Lucas, prepara y justifica la respuesta que Jesús dará a los envia­dos de Juan: "Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena Nueva.::" (Lc 7,22).
Los actores en esta escena son Jesús, la viuda y su hijo muerto, El acontecimiento es una visita consoladora de Jesús, dador de vida, al pueblo de Naín. El tema es la alegría de la comunidad que convive junta. El centro de la narración es el milagro; las indicaciones geográficas son periféricas.
11 Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. 12 Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente, de la ciudad.
El caserío de Naín se encuentra en el valle de Esdrelón, entre Afula y el monte Tabor. Dos numerosos grupos humanos se entrecruzan: Jesús entra al pueblo con sus discípulos y una gran muchedumbre, cuando justamente sale de allí un cortejo fúnebre: mucha gente acompañaba a una mujer viuda, cuyo hijo único había fallecido.
En otras dos ocasiones el evangelista notará que el beneficiado de una obra de misericordia de Jesús era una hija o hijo único (la hija de Jairo: 8,42, y el muchacho epiléptico: 9,38), lo cual redundaba en gracia para los padres. Además, ese rasgo recuerda la historia de Elias, que vuelve la vida al hijo de la viuda de Sarepta, que Lucas tiene presente y en alguna manera imita, subra­yando, sin embargo, la superioridad de Jesús (1R17,17-24; (cfr. 2R 4,8-37). El énfasis Cristológico del pasaje es muy claro.
Con tres rasgos subraya Lucas la tristeza de aquella situación: un joven difunto, un hijo único, una madre viuda.
13 Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: "¡No llores!". 14 Y, acercándose, tocó la mortaja. Los que la llevaban se pararon, y él dijo: "Joven, a ti te digo: ¡Leván­tate!". 15 El muerto se incorporó y  se puso a hablar, y él se lo dio a su madre.
"El Señor". Con este título Lucas designa a Jesús como el salvador que inaugura el Reino de Dios y marca la soberanía divina y el poder misterioso que hay en él (Lc 2,11).
Al ver a la pobre madre viuda, Jesús "se conmovió en sus entrañas". El verbo indica la profunda compasión que experimentó el Señor ante la aflicción de aquella mujer, Jesús ha tomado verdaderamente nuestra naturaleza hu­mana, capaz de sufrir y de compadecerse de nuestras flaquezas.
Esta compasión es en Jesús el Jésed = amor de mise­ricordia y de ternura, que caracteriza a Dios (Os 2,25; Is 54,7; Jr 31,20; Sal 103,8-13). Jesús es la transparencia del Padre. Quien ve a Jesús está viendo al Padre. El es la imagen visible del Dios invisible (Jn 14,9; Col 1,15). Este amor compasivo lo impulsa a tomar la iniciativa para actuar.
Tocó la mortaja y dijo: "joven, ¡levántate!". Un contac­to físico con los restos mortales envueltos en la mortaja, y una orden imperiosa mediante una sola palabra: "¡Leván­tate!". ¡Qué distancia tan enorme entre la sencillez y auto­ridad suma de Jesús, comparada con los gestos penosos y las oraciones instantes del profeta Eliseo!
El verbo griego "egeiro", empleado en este texto, es sumamente expresivo. Ha sido utilizado para hablar de la resurrección de los muertos desde los orígenes de esta creencia (Dn 12,2), como también para referirse a las resurrecciones obradas por Jesús, a la resurrección del mismo Jesús, a la resurrección en el último día, al mensaje pascual primitivo, y a la resurrección espiritual en el bautismo (Le 7,22; 8,54; 9,22; 20,37; 24,6.34; Hch 3,15; 4,10; 1Co 15,4; Ef 5,14).
"Y lo dio a su madre". Esta cita de 1R 17,23 manifiesta que Lucas tiene ante su mente la historia de Elias.
16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: "Un gran profeta se ha levantado entre noso­tros", y "Dios ha visitado a su pueblo". 17 Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
Ante lo insólito del acontecimiento, la multitud es invadida por un temor sagrado, da gloria a Dios y exclama: "¡Un gran profeta ha surgido entre nosotros! ". Jesús es recono­cido como "un gran profeta", semejante a los personajes del AT que habían obrado resurrecciones inauditas. No es todavía el reconocimiento de él como "el Profeta"anuncia­do por Moisés (Dt 18,18), ni como "el Señor".
"Dios ha visitado a su pueblo". El AT habla de Dios que visita a su pueblo, tanto cuando le hace gracia, como cuando lo castiga (Ex 3,16; Ez 34,11-12). Lucas ha here­dado esta imagen (Le 1,78; 19,44)

                                     ACTUALIZACION

Señor Jesíís: 
Conmuévete de tantas madres que sufren 
y lloran por sus hijos muertos o desaparecidos. 
A cada una de ellas, diles: "¡No llores!"; 
y a cada hijo, ordénale: "¡levántate!"; 
y, en tu compasión, devuélvelo a su madre. 
Amén.