miércoles, 30 de marzo de 2016

1. El agua convertida en vino (Jn 2,1-11).

(Por la extensión de la explicación expondremos el milagro en dos partes).

Este acontecimiento cierra gloriosamente la Semana inaugural del ministerio de Jesús (Jn 1,19-2,11). El relato está formado por una introducción (2,1-2); un diálogo de la madre con su hijo (v.3-5); la conversión del agua en vino (v.6-10); y una conclusión (v. 11).
2,1 Y al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea y estaba la madre de Jesús allí. 2 Fue llamado también Jesús y sus discípulos a la boda.
Al tercer día del encuentro de Jesús con Natanael, se celebró una boda en Caná de Galilea, pueblecito situado a unos trece kilómetros al noreste de Nazaret.
Al escoger una escena de bodas para coronar la semana de la epifanía de Jesús, el evangelista tiene motivos particulares. Por su carácter de fiesta alegre y de conviven­cia popular, la celebración de nupcias es considerada a menudo como símbolo de los tiempos mesiánicos (Mt 22,1-14; 25,1-13; Le 12,35-38; Ap 19,7-9). Además, el ban­quete de Cana, leído a la luz de Is 25,1-9, aparece como un signo mesiánico: Jesús ofrece a los pobres y necesitados el vino del banquete escatológico, por largo tiempo esperado.
El evangelista parece centrar su atención en la madre de Jesús, nombrándola en primer lugar. Sólo después añade que también Jesús fue invitado con sus discípulos.
3 Y, habiendo faltado vino, la madre de Jesús le dice: "No tienen vino". 4 Le dice Jesús: " ¿Que hay entre tú y yo, mujer? ¡Todavía no llega mi hora!"5 Dice su madre a los sirvientes: "Haced, lo que él os diga ".

Dejando a un lado otros detalles, Juan fija su interés en el vino que se había terminado. El "vino" es en los profetas símbolo de la felicidad futura (Am 9,14; Os 2,24; Jr 31,12; Is 25,6; Jl 2,19; Za 9,17); y en el NT el "vino nuevo" es imagen de la era mesiánica y del festín escatológico (Mc 2,22; Mt 26,29; Lc  22,18).
Ante la falta de vino, la madre se dirige a su hijo, participándole el embarazo de los esposos. No le pide explícitamente un milagro, pero sus palabras incluyen la esperanza de que él intervenga.
La respuesta de Jesús, en parte convertida en pregun­ta, no deja de ser fuerte y lacónica: "¿Qué hay entre tú yo, mujer? ¡Todavía no llega mi hora!" La primera frase es utilizada en la Biblia para indicar que una oposición ha comenzado a surgir entre dos personas (Jue 11,12; 2S 16,10; IR 17,18). Esto hace pensar que María y su hijo se están moviendo en diferentes niveles, pero Jesús la invita a caminar al mismo ritmo y en igual dirección.

En cuanto a la palabra "Mujer", lejos de indicar menosprecio, sugiere que Jesús quiere subrayar en su madre, además de su oficio maternal que nunca le faltará, una nueva relación con respecto a él: en adelante será su compañera en la empresa evangelizadora que está por comenzar.
Finalmente, "la Hora" de Jesús, que todavía no ha llegado, es la hora de su glorificación por su exaltación en la cruz y por su resurrección (Jn 7,30; 8,20; 12,23.27: 13,1; 17,1).
Esta escena, de clásico estilo juánico, cubre dos sen­tidos. María se refería simplemente al vino de la boda; pero Jesús quiere interpretar la sugerencia de María como si le pidiera el vino definitivo que sólo podrá dar cuando llegue su hora. De allí el aparente rechazo o al menos la incomodidad de Jesús. En definitiva, la palabra de Jesús no es un reproche a su madre, sino una invitación para que, superando el nivel de la boda de Caná, considere la boda mesiánica del Reino que está por venir cuando llegue su hora.

La reacción de María: "Haced lo que él os diga" indica que, aun cuando Jesús no dé ese vino futuro, sin embargo va a intervenir de alguna manera.