sábado, 14 de mayo de 2016

3. El tullido de Bethesdá (Jn 5,1-18).

PRIMERA PARTE:

La sanación del tullido de la piscina de Bethesdá tiene parecido con otras curaciones obradas por Jesús, como la del paralítico de Cafarnaúm (Mc 2,1-12) y la de la mujer encorvada (Lc 13,10-17). Sin embargo, Juan va mucho más allá de la curación, penetrando en el sentido profundo de ese "signo".
El evangelista ha tejido en su narración cinco en­cuentros: Jesús y el tullido (v.5-9); los judíos y el hombre sanado (v.10-13); Jesús y el antes enfermo (v.14); el hom­bre y los judíos (v. 15-16); y Jesús y los judíos (v.17). Los v.1-4 sirven de introducción; y el v.18 es la conclusión.

Introducción: La piscina de Bethesdá (v.1-4).
1 Después de esto, había una fiesta de los judíos y subió Jesús a Jerusalén. 2 Hay en Jerusalén junto a la puerta de las Ovejas, una piscina, llamada en hebreo Bethesdá, que tiene cinco pórticos. 3 En ellos yacía una multitud de enfermos: ciegos, cojos, impedidos, paralíticos, que espera­ban el movimiento del agua, 4 pues un Angel del Señor de tiempo en tiempo bajaba a la piscina y se agitaba el agua; así, el primero que bajaba después de la agitación del agua quedaba sano de cualquier enfermedad en que estuviera aprisionado.
La fiesta a que alude el evangelista puede ser la fiesta de las Siete Semanas (Pentecostés), o la de los Taberná­culos. El nombre de la piscina es "Bet-Jesdá", es decir, "Casa de misericordia".
Al lado oriental de la piscina de los cinco pórticos se pueden ver todavía restos de un santuario pagano con baños medicinales, dedicado a Esculapio, dios de la me­dicina. En aquel lugar se daban cita creencias religiosas envueltas en supersticiones, y acudía allí la gente del pueblo en busca de alivio. Jesús no desdeña entrar a ese lugar y encontrarse con los enfermos. Al obrar la curación de un tullido, se manifestará a los ojos de la fe como la verdadera "Casa de misericordia"'y eficaz sanador de enfer­medad de cuerpo y alma, tanto para judíos como para paganos.
Algunas traducciones, partiendo de ciertos manus­critos, prefieren omitir como inauténtico el v.4. La razón es que la idea de un ángel que comunica propiedades sanadoras al agua es una superstición. Por nuestra parte, teniendo en cuenta otros manuscritos igualmente impor­tantes, creemos que es preferible mantenerlo.
En esta opción, el evangelista, sin pronunciarse so­bre el valor de las creencias populares tejidas sobre aquella piscina, ha querido pasar esa tradición que sirve admira­blemente para su teología: en adelante, no será ya nece­sario esperar el instante preciso en que el agua sea puesta en movimiento, así fuere por un Angel del Señor, ni la sanación estará ya vinculada a esc lugar determinado. Jesús es el verdadero "Enviado del Señor" que entra en acción, y la auténtica "Casa de misericordia" donde se halla la salud y la vida.
1. La curación del tullido (v.5-9a).
5 Había, pues, un hombre allí que tenía treinta y ocho años en su enfermedad. 6 Viéndolo Jesús tendido y conociendo que tenía ya mucho tiempo, le dice: "¿Quieres quedar sano?" 7 Le respondió el enfermo: "Señor, no tengo a nadie que me arroje a la piscina cuando se agita el agua; pues en tanto que llego yo, otro baja antes de mí". 8 Dícele Jesús: "¡Leván­tate, toma tu camilla y camina!" 9a Y al instante quedó sanó el hombre y tomó su camilla y caminaba.
En los pórticos yacía un tullido. Tenía ¡treinta y ocho años! de estar así. Toda una vida. Con esta cifra el evange­lista subraya lo incurable de la enfermedad. Por tanto, la sanación será un "signo" de algo muy importante.
Algunos comentadores recuerdan a este propósito que Israel anduvo errante en el desierto treinta y ocho años, antes de entrar en la Tierra prometida (Dt 2,14). En esta perspectiva, el tullido representa al Pueblo de Israel, para quien ha llegado la hora de entrar en una nueva tierra prometida: la era mesiánica, inaugurada con la venida de Jesús. Pero, para poder entrar en esta nueva Tierra de promisión, se requiere una gracia que sólo viene de Dios.

La descripción pone de manifiesto el sentimiento de compasión de Jesús y su conocimiento sobrenatural. Se teje luego un corto diálogo. Sin exigir acto alguno de fe, Jesús pronuncia una palabra soberanamente eficaz que devuelve al instante la salud al tullido.