PRIMERA PARTE:
La sanación del tullido de la piscina de Bethesdá tiene parecido con otras curaciones obradas por Jesús, como la del paralítico de Cafarnaúm (Mc 2,1-12) y la de la mujer encorvada (Lc 13,10-17). Sin embargo, Juan va mucho más allá de la curación, penetrando en el sentido profundo de ese "signo".
La sanación del tullido de la piscina de Bethesdá tiene parecido con otras curaciones obradas por Jesús, como la del paralítico de Cafarnaúm (Mc 2,1-12) y la de la mujer encorvada (Lc 13,10-17). Sin embargo, Juan va mucho más allá de la curación, penetrando en el sentido profundo de ese "signo".
El evangelista ha tejido en su narración
cinco encuentros: Jesús y el tullido (v.5-9); los judíos y el hombre sanado
(v.10-13); Jesús y el antes enfermo (v.14); el hombre y los judíos (v. 15-16);
y Jesús y los judíos (v.17). Los v.1-4 sirven de introducción; y el v.18 es la
conclusión.
Introducción: La piscina de Bethesdá (v.1-4).
Introducción: La piscina de Bethesdá (v.1-4).
1 Después de esto, había una fiesta de los
judíos y subió Jesús a Jerusalén. 2 Hay en Jerusalén junto a la
puerta de las Ovejas, una piscina, llamada en hebreo Bethesdá, que tiene cinco
pórticos. 3 En ellos yacía una multitud de enfermos: ciegos, cojos, impedidos,
paralíticos, que esperaban el movimiento del agua, 4 pues un Angel
del Señor de tiempo en tiempo bajaba a la piscina y se agitaba el agua; así, el
primero que bajaba después de la agitación del agua quedaba sano de cualquier
enfermedad en que estuviera aprisionado.
La fiesta a que alude el evangelista
puede ser la fiesta de las Siete Semanas (Pentecostés), o la de los Tabernáculos.
El nombre de la piscina es "Bet-Jesdá", es decir, "Casa de
misericordia".
Al lado oriental de la piscina de los
cinco pórticos se pueden ver todavía restos de un santuario pagano con baños
medicinales, dedicado a Esculapio, dios de la medicina. En aquel lugar se
daban cita creencias religiosas envueltas en supersticiones, y acudía allí la
gente del pueblo en busca de alivio. Jesús
no desdeña entrar a ese lugar y encontrarse con los enfermos. Al obrar la
curación de un tullido, se manifestará a los ojos de la fe como la verdadera "Casa de misericordia"'y eficaz sanador de enfermedad de cuerpo y
alma, tanto para judíos como para paganos.
Algunas traducciones, partiendo de
ciertos manuscritos, prefieren omitir como inauténtico el v.4. La razón es que
la idea de un ángel que comunica propiedades sanadoras al agua es una superstición.
Por nuestra parte, teniendo en cuenta otros manuscritos igualmente importantes,
creemos que es preferible mantenerlo.
En esta opción, el evangelista, sin
pronunciarse sobre el valor de
las creencias populares tejidas sobre aquella piscina, ha querido pasar esa
tradición que sirve admirablemente para su teología: en adelante, no será ya
necesario esperar el instante preciso en que el agua sea puesta en movimiento,
así fuere por un Angel del Señor, ni la sanación estará ya vinculada a esc
lugar determinado. Jesús es el verdadero "Enviado del Señor" que entra en acción, y la auténtica "Casa de misericordia" donde se halla la salud y la vida.
1. La curación del tullido (v.5-9a).
5 Había, pues, un hombre allí que tenía treinta y ocho años en su enfermedad. 6
Viéndolo Jesús tendido y conociendo que tenía ya mucho tiempo, le dice: "¿Quieres quedar sano?" 7
Le respondió el enfermo: "Señor, no tengo a nadie que me arroje a la
piscina cuando se agita el agua; pues en tanto que llego yo, otro baja antes de
mí". 8 Dícele Jesús: "¡Levántate, toma tu camilla y
camina!" 9a Y al instante quedó sanó el hombre y tomó su
camilla y caminaba.
En los pórticos yacía un tullido. Tenía ¡treinta y ocho años! de estar
así. Toda una vida. Con esta cifra el evangelista subraya lo incurable de la
enfermedad. Por tanto, la sanación será un "signo" de algo muy
importante.
Algunos comentadores recuerdan a este
propósito que Israel anduvo errante en el desierto treinta y ocho años, antes
de entrar en la Tierra prometida (Dt 2,14). En esta perspectiva, el tullido
representa al Pueblo de Israel, para quien ha llegado la hora de entrar en una
nueva tierra prometida: la era mesiánica, inaugurada con la venida de Jesús.
Pero, para poder entrar en esta nueva Tierra de promisión, se requiere una
gracia que sólo viene de Dios.
La descripción pone de manifiesto el
sentimiento de compasión de Jesús y su conocimiento sobrenatural. Se teje luego
un corto diálogo. Sin exigir acto alguno de fe, Jesús pronuncia una palabra
soberanamente eficaz que devuelve al instante la salud al tullido.