La parábola de "El Fariseo y el Publicano" la presenta Lucas después de la parábola
del juez injusto y la viuda tenaz, o sea, en el mismo contexto de la oración;
sin embargo, los aspectos de la oración, descritos en una y en otra parábola,
no son iguales sino complementarios.
El relato presenta un colorido arameo muy
marcado. Lucas nos ofrece un texto que ha encontrado en la tradición evangélica
primitiva.
"Dijo también a algunos, que
confiaban en sí mismos porque eran justos y despreciaban a los demás, esta
parábola".
Esta introducción redaccional es más
severa que lo que indicaría la simple traducción del texto. La razón es porque
después del verbo "confiar
en sí mismos" está
sobreentendida la frase "en lugar de confiar en Dios": cf 2 Co 1,9. La traducción exacta es:
Dijo además esta parábola "a algunos que ponían su confianza en sí mismos (en lugar de
ponerla en Dios) por ser justos, y despreciaban a tos demás". Se trata, pues, de los Fariseos.
"Dos hombres subieron al Templo a orar; uno fariseo otro
publicano": v.
10.
En realidad, para ir al Templo se tenía
que subir, pues, exceptuando la parte norte, el Templo se hallaba en una colina
limitada por el torrente Cedrón y por el Tiropeón.
La hora de la oración era a las 9 de la mañana o a las 3 de la tarde.
La confrontación de personajes no podía ser más extrema:
Un fariseo: el hombre que se cree y se dice justo, bueno, cumplido con Dios, observante de la Ley.
Un publicano: el hombre ladrón, colector de impuestos que se aprovecha de su oficio para explotar al público, el hombre fuera de la Ley, el pecador, rechazado por las personas honorables.
La hora de la oración era a las 9 de la mañana o a las 3 de la tarde.
La confrontación de personajes no podía ser más extrema:
Un fariseo: el hombre que se cree y se dice justo, bueno, cumplido con Dios, observante de la Ley.
Un publicano: el hombre ladrón, colector de impuestos que se aprovecha de su oficio para explotar al público, el hombre fuera de la Ley, el pecador, rechazado por las personas honorables.
"El fariseo,
tomando una posición arrogante, oraba así:
"¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como las de-
más personas, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco co-
mo ese publicano. Ayuno dos veces por semana, doy diez-
mo de todo cuanto compro'": vv. 11-12.
"¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como las de-
más personas, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco co-
mo ese publicano. Ayuno dos veces por semana, doy diez-
mo de todo cuanto compro'": vv. 11-12.
La oración del fariseo, como se ve, es sólo una acción de gracias, sin incluir petición alguna. Enumera primero los vicios de que se ve preservado, y se atreve a hacer una odiosa
comparación con el publicano que ve allá lejos también en oración. Luego, menciona las obras de supererogación que practica. La Ley sólo ordena el gran ayuno del Día de la Expiación: Lv 16,29; el fariseo se sujeta, además, dos días por semana a ese ejercicio de ascesis.
En cuanto al diezmo, él da de todo cuanto compra; esto no era necesario, pues tratándose de algunas cosas como el grano, el vino, el aceite, tocaba al productor dar el diezmo.
"En cambio el publicano,
manteniéndose a distancia, no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho, diciendo: 4¡Ten compasión de mí, que soy pecador!'
": v. 13.
El publicano, al contrario del fariseo,
permanece a lo lejos y no se atreve a levantar ni sus ojos ni sus manos al cielo,
sino que, en una actitud de dolor sumo, se golpeaba el corazón, donde se
fragua el pecado, expresando así su más profunda contrición.
Se siente al borde de la desesperación.
Está hundido. Para alcanzar la misericordia de Dios tendría que dejar su oficio
que lo pone a las puertas del pecado, y debería restituir... pero... ¿cómo,
cuánto y a quiénes? Por eso sólo deja brotar de su corazón esta plegaria:
"Ten
misericordia de mí
aun
cuando soy en tal forma pecador.
Su oración es el comienzo del Salmo 51, el salmo del arrepentimiento y del
perdón.
"Os digo: Este bajó a su casa
justificado y aquel no": v. 14a
Este versículo tiene un color semita bien
declarado. Si no se tiene en cuenta este fondo arameo, la traducción no podría
ser exacta.
"Ser
justificado" es
una forma pasiva cuyo sujeto es Dios. En el Judaísmo tardío, ser justificado significa encontrar justicia, gracia, favor ante Dios: cfr 4 Esdras 12,7. Es
interesante notar que en un pasaje pre-paulino se encuentra apuntada la
doctrina de la justificación. Esto quiere decir que la doctrina de Pablo está
enraizada en el Evangelio de Jesús (J.
Jeremías, p.141).
Pues bien, Dios aceptó en definitiva la
oración del publicano y le otorgó su favor y su gracia. No así al fariseo.
La lección es clara: Dios acepta con los
brazos abiertos al pobre, al menesteroso, al pecador que reconoce sus yerros y
suplica el perdón con humildad, porque —como está escrito—-"al corazón
contrito y humillado, ¡oh Dios! no lo desprecias":
Sal 51,19.
Y JESUS es como Dios: en
su gran corazón tienen cabida todos los que con corazón arrepentido acuden a su
misericordia que no conoce límites.
El v. 14b es una conclusión generalizante', de sabor escatológico: cfr
Lc 14,11; Mt 23,12. El futuro pasivo
es un apuntar hacia el Juicio definitivo que Dios ejercerá sobre los hombres:
"Todo el que se ensalce, será
humillado; y el que se humille, será ensalzado": v. 14b.
Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pag. 169-172 México, ISE.MEXICO 1992
Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pag. 169-172 México, ISE.MEXICO 1992