INTRODUCCIÓN:
Debo decirles que el Bautismo de entrada, es
la gracia de las gracias; es lo máximo. Pero siendo la gracia de las gracias y
lo máximo, es muy difícil comprender el bautismo nuestro. ¿Qué cosa es el
bautismo? Les pongo un ejemplo que más o menos ilustrará: el misterio de la
propia vida nuestra. Nosotros somos conscientes de que vivimos, y alimentamos
nuestra vida, pero muy raramente pensamos, bueno, y ¿quién soy yo? Y ¿cómo fui
formado en el seno de mi madre? Y ¿por qué tengo estas características? ¿Y cómo
se fue formando mi cuerpecito dentro del vientre materno? Pero todavía, más
enigmático y ¿cómo se fue formando el principio espiritual que da vida a mi
cuerpo y que es el alma? Y si Dios no manda el alma, en el momento de la unión
de la célula masculina y femenina, no hay vida. Si misterioso es nuestro
cuerpo, más misteriosa es nuestra alma, nuestro espíritu. Pensar en cómo vine
yo al mundo, cómo estoy destinado a la eternidad para siempre por los siglos de
los siglos, porque si hablamos con profundidad la muerte no existe; la muerte
es un paso de vida: Termina una vida y comienza otra. De tal manera que ya
nuestra situación humana es una situación misteriosa. La vivimos fácilmente,
pero ¿qué somos?, ¿de dónde hemos venido?, ¿a dónde vamos?
Son las principales preguntas
más profundas del ser humano. Y poco pensamos en ellas.
Analógicamente así como somos un misterio
para cada uno de nosotros mismos, nuestro principio de ser cristianos, el
bautismo, también es una realidad grandiosa, en la que difícilmente pensamos y
más difícilmente comprendemos. ¿Qué puntos quiero tocar sobre este tema
realmente fundamental?
En primer lugar debo decirles que
personalmente me da mucho gusto, pero mucho, mucho gusto, hablar de este tema.
No sé si yo lo comprenda, y por lo tanto, menos sé si me van a comprender,
claro, porque si yo mismo no entiendo, ¿quién me asegura que me van a entender?
Pero como es lo máximo, lo máximo de la vida, debemos tratar como de barnizar
un poco la grandeza de nuestro bautismo.
La orden de ser bautizado es
el último mandato de la vida de Jesús. En el evangelio de san Mateo, en el
capítulo 28 versículos 18-20:
“Me ha sido dado”, Jesús ha
resucitado y afirma: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”,
Jesús es pues el Señor absoluto, Señor de cielos y tierra, y por lo tanto, “id
y haced discípulos a todas alas naciones”,
el bautismo es un don de Dios
destinado para todas las naciones. Y ¿cómo hacer a todas las naciones
discípulos de Jesús? Mediante dos elementos:
1. Primero, “bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo”, y afortunadamente todavía nuestra sociedad moderna, post
moderna, actual, que siempre estará en evolución, este elemento del bautismo se
ha preservado, lo seguimos aplicando (tal vez y desafortunadamente sólo como un
rito) así Dios lo ha querido preservar en un gran porcentaje en las poblaciones
cristianas.
2. Pero Jesús no ordena solamente el bautismo para ser discípulo
de Jesús, sino otro elemento. Y este segundo elemento sí que lo hemos
descuidado enormemente. El texto completo es: “Haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolas en el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a observar todo lo que
yo os he mandado”. Y este segundo tema es el muy olvidado en nuestra sociedad
cristiana en la que vivimos.
Primero, ¿qué es lo que nos ha mandado?
Segundo, aprenderlo. Tercero, vivirlo. Y este texto fundamental de Jesús
termina con una palabra grandiosa, una palabra que debe caer en el corazón de
cada uno de nosotros: “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta
el fin del mundo”. El auxilio divino, la protección divina, la gracia divina
está asegurada. ¿Qué nos toca a nosotros entonces? Nada más abrir los brazos y
decirle a Dios: “Recibo estas gracias que tú me ofreces, que tú me regalas”.
El
bautismo fue el último mandato del Señor.
*Conferencia del P. Carrillo
sobre el tema, disponible en cd en el IPB-SCA.