domingo, 22 de febrero de 2015

5. EL HOMBRE DE LA MANO PARALIZADA (Mc. 3,1-6; Mt. 12,9-14; Lc. 6,6-11)

La curación del hombre de la mano paralizada.

Después de una serie de controversias, Marcos las termina con una escena llena de dramatismo:
3,1: Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. 2 Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarlo.
Jesús se encuentra de nuevo en la sinagoga. Es shabbat. Los discípulos no son mencionados. Sólo aparece él con el enfermo. Los demás (escribas y fariseos) son ene­migos. Se siente una diferencia total de actitudes en relación al primer shabbat en Cafarnaúm, cuando Jesús fue causa de admiración para todos (1,21-28).
Los adversarios permanecen en silencio, pero están al acecho. Se diría que desean, más aún esperan, que Jesús cure al enfermo a fin de poder acusarlo. En su interior ya han tomado la decisión contra Jesús, sólo esperan tener una prueba para actuar.
Lucas hace notar que Jesús penetra sus pensamientos.  Se va a entablar el debate. Jesús toma la iniciativa. 
En Mateo son los contrarios quienes provocan la intervención de Jesús (Mt 12,10).
3 Dice al hombre que tenía la mano seca: "¡Levántate ahí en medio!"

Luego interroga a su adversarios acerca de un pricipio moral:
          4 Les dice: "¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?                     Pero ellos callaban.
La pregunta de Jesús, en toda su intencionalidad, supera el caso del enfermo, y no se refiere tanto a la curación de la mano seca, cuanto a las intenciones secretas que están maquinando sus enemigos. Es shahbat.  Pues bien, ¿qué es lo que es lícito hacer: el bien o el mal?  Jesús quire hacer el bien, sanando la mano paralizada; en cam­bio, ellos quieren hacer el mal, intentando destruir la vida de Jesús. ¿Qué será, pues, lo lícito?
El v. 5 es el climax de la escena:
          5 Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: "¡Extiende la                    mano!" El la extendió y quedó restablecida su mano.
El evangelista descubre dos sentimientos en Jesús de Nazaret:
"Mirándolos al derredor con ira". Es la indignación legítima ante el mal y ante la perversidad del corazón. Este sentimiento de ninguna manera va contra la misericordia, la permanece siempre ofrecida.
2º "Contristado por la dureza de su corazón". Jesús ha venido a salvar al hombre, y he aquí que éste no sólo no abre su corazón al arrepentimiento y a la conversión, sino que lo cierra y se endurece. El pecado es la elección libre de algo contra la voluntad de Dios; pero el endurecimiento voluntario del corazón es todavía un pecado mayor.
Entonces Jesús actúa sobre el enfermo con una sola palabra de imperio: "¡Extiende la mano!" Y aquella mano árida y seca al instante quedó restablecida.
Desenlace de la escena:
       6 En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle.
De la alternativa propuesta por Jesús, los escribas y fariseos escogieron "hacer el mal", eliminando a Jesús. Para lograr mejor su intento, los enemigos se entrevista­ron con los herodianos, judíos políticos al servicio del rey Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, de quien dependía en definitiva condenar a Jesús.

Reflexiones a propósito de este relato:
1.   La manera como Jesús argumenta va de acuerdo con los métodos rabínicos de interprctación de la Ley. A una posible interpretación para actuar (halakáh), rígida y estrecha: "no curar en sábado sino de una enfermedad mortal", Jesús opone otra interpretación (halakáh) más amplia e igualmente válida: "curar en sábado de cualquier enfermedad, en vista del bien del prójimo necesitado". Y Jesús actúa conforme a esta segunda interpretación.
2.   El relato como lo leemos en Marcos refleja posi­blemente la posición de un ambiente judío-cristiano, que cuestionaba la legitimidad o necesidad de curar en sábado de una enfermedad que no era grave; otra manera de pensar tenían las comunidades gentil-cristianas, que ac­tuaban con un criterio más amplio y abierto.
3.   El relato está construido a base de tres grandes oposiciones, que el texto subraya: lo lícito y lo prohibido, el bien y el mal, salvar la vida o dar muerte.

   ACTUALIZACION
                                                                        
                                                                    Señor Jesús:
 ¡Mírame! Soy un inválido.
 Estoy corporal y espiritualmene atrofiado.
 Llámame y me colocaré delante de ti.

                       Sana mi cuerpo y salva mi vida.   
                      Restabléceme en mi integridad total. 
      Gracias, Señor.


domingo, 8 de febrero de 2015

4. Un paralítico y el perdón de los pecados (Mc 2,1-12; Mt 9,1-8; Lc. 5,17-26).

Mc. 2,1-12

1 Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. 2 Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra.
Es probablemente la casa de Simón. Desde allí Jesús anunciaba la Palabra. "La Palabra", en absoluto y sin complemento, es la Buena Nueva, el Evangelio (Mc. 4,14-20.33; Hch. 4,4.29.31. Al término de la revelación del NT, esta Palabra no será ya solamente lo que Jesús dijo e hizo, sino su Persona misma: "El Verbo, la Palabra de Dios" (Jn 1,1).
3 Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. 4 Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron, el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron descolgaron la camilla donde yacía el paralíti­co. 5 Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: "¡Hijo, tus pecados están perdonados!"
En este caso, la presencia de los cuatro hombres es importante. Su interés por la sanación del amigo es paten­te. La ayuda prestada al necesitado es generosa. Su inter­vención es decisiva. Son intercesores valiosos.
La relación entre "fe y milagro", como entre "fe y perdón de los pecados" es frecuente en los evangelios (Mc 9,22-24; Mt 8,13; 9,22.28-29; Lc 7,48-50). Lo interesante en esta circunstancia es que la fe no es precisamente la del enfermo, sino la de los que llevan al paralítico. Este dato es pastoralmente digno de tenerlo en cuenta. Nuestra fe puede servir de ayuda decisiva en momentos en que el enfermo no puede ni siquiera orar.
          "¡Hijo, tus pecados están perdonados!" La afirmación de Jesús es nítida y directa. El verbo es pasivo y en tiempo presente. Los     pecados del enfermo han desaparecido. El autor de ese perdón y de esa remisión podría ser Dios, pero aquí todo indica que es Jesús quien reivindica para sí ése poder.
          6 Estaban, allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones:7 "¿Por qué éste habla así? Está blasfemando,
          ¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" 8 Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensa­ban                  en su interior, les dice: "¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? 9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados                    están perdonados', o decir: 'Levántate, toma tu camilla y anda'?
La argumentación de los escribas, conocedores de las Escrituras, es perfecta. Sólo Dios, en efecto, puede perdonar el pecado, pues es una ofensa contra él. La maldad de los escribas está más bien en el juicio excesivo que hacen contra Jesús. El ciertamente ha dado a enten­der que de él depende ese perdón, pero ¿por qué juzgarlo de "blasfemo = pecador" antes de dilucidar el por qué ha dicho eso?
Al momento, Jesús manifiesta que él conoce los pensamientos de los corazones de sus oponentes. Ese nuevo carisma, lo debe también al Espíritu que lo ha ungido (Me 1,10). Jesús les va a dar entonces una prueba sensible e irrefutable del poder que tiene para perdonar los pecados. Así como es fácil decir: "Tus pecados están perdonados"; así es igualmente fácil decir: "¡Levántate y camina!". Sí, decir una u otra cosa es igualmente fácil; pero realizarlas, ¿lo será?
10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice al paralítico—:
11 'A ti te digo: ¡Levántale, toma tu camilla y vete a tu casa!'". 12 Y se levantó y, al instante, tomando su camilla,
salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: "Jamás había-
mos visto algo así".

Entonces Jesús, mediante una simple palabra, que se trasforma en orden, dice al paralítico: "¡Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa!". El evangelista, para describir el resultado milagroso inmediato, hace eco, punto por pun­to, al mandato de Jesús: "Y se levantó, y, al instante, tomando su camilla, se fue a la vista de todos". 
La catequesis "en palabra y en obra de poder" ha sido perfecta. Jesús ha liberado de la parálisis corporal para indicar que tiene autoridad y poder para salvar de la parálisis espiritual. El perdón de los pecados aparece como una verdadera sanación. Es como la cara interna de la restauración de la creación, elemento importante en el Reino de Dios proclamado por Jesús.

                                                                          ACTUALIZACION

Jesús, Hijo del hombre: Mira nuestra fe: es sencilla, aunque débil y tal vez utilitaria. Perdona nuestros pecados. Te presentamos a nuestros familiares y amigos enfermos. Levántanos, Señor, de nuestras enfermedades corporales; pero sobre todo, líbranos de toda parálisis espiritual. Padre, te glorificamos y te damos gracias por haber puesto en Jesús, nuestro hermano el poder de salvarnos del pecado y aliviar las enfermedades de nuestro cuerpo. Amén.