jueves, 10 de diciembre de 2015

La huiguera estéril (Mc 11,12-14.20-21 Mt 21,18-22).

   12 Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. 13 Y, viendo de lejos una higuera con
   hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; no encontró más que hojas. Es que no era tiempo de higos. 14 Entonces le dijo: "¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!. Y sus discípulos oían esto.

   20 Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo,    le dice: "Rabbí, ¡mira! la higuera que maldijiste está seca".

La maldición de la higuera, hecho insólito y extraño, tomado sólo en su materialidad, provoca inmediatamente esta pregunta: ¿Por qué maldecir a un árbol cuando naturalmente "no era tiempo de higos"? Esta reacción es lógica en el plano natural; pero Jesús, superando este nivel, ejecuta una acción dramática que debe ser comprendida como "gesto simbólico" o "signo" ó "parábola" en acción", a la manera de los gestos simbólicos de los profetas (Jr.18,1-2).

En esta perspectiva, al maldecir la higuera que no ha dado frutos, Jesús no quiere ocuparse del árbol como tal, sino como símbolo o figura de Jerusalén, estéril y castigada. En la Escritura tanto la higuera como la viña son frecuentemente símbolos de Israel (Jr. 5, 17;8,13; Am 4,9; Os 2,14; Ha 3,17; Jl 1,7.12)

Más aún, colocado este episodio entre dos visitas de Jesús al Templo, la higuera estéril podría referirse más concretamente al templo de Jerusalén, en el que Jesús Mesías no ha encontrado fruto. "Las hojas brillantes de la higuera son tal vez el símbolo de las bellas construcciones del Templo, condenadas por su esterilidad religiosa". (TOB) (cfr Jr. 8,13; Os 9,16-17; Mi7,1; Jl1,7)

Este prodigio es una prueba del poder de Jesús. "Por una vez ha querido hacer un milagro que no fuera directamente de beneficiencia, sino que pudiera servir de lección útil a sus discípulos" (Lagrange).

ACTUALIZACIÓN

Señor Jesús:
Tú me has dado la vida y me has llenado de gracias.
Ya tienes hambre de mis frutos buenos.
Señor, ¡Te he sido infiel! Y nada tengo que ofrecerte.
Pero, ¡compadécete y ten misericordia de mí!
No vayas a pronunciar sobre mí una palabra de esterilidad.
Aumenta mi fe y fortalece mi plegaria.
Perdona mis infidelidades,
y dame la fecundidad necesaria para producir frutos de vida eterna.
Amén

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Con la ruina de Jerusalén y , sobre todo, con la destrucción del Templo (y con ello el término de todo culto de inmolación de víctimas), comenzó para el pueblo judío una fase nueva de su milenaria historia, en la que se encuentra hasta el día de hoy.