domingo, 4 de febrero de 2018

I — LOS DOS DEUDORES O LA PECADORA PERDONADA: Lc 7,36-50 (cont)


2.—LOS DOS DEUDORES: w. 40-43.
Ante esta situación, Jesús pide a Simón la palabra y éste se la concede. Jesús le propone una parábola en términos muy claros y le pide a Simón que él mismo deduzca la conclusión. Es claro: la parábola va dirigida directamente a Simón que critica en su interior la benevolencia de Jesús y su aceptación de los pecadores.
"Simón, tengo algo que decirte". El dijo: "Di, maestro". "Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pa­garle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?". Respondió Simón: "Supongo que aquel a quien perdonó más". El le dijo: "Has juzgado bien": w.40-43.
Es de saber que en hebreo y en arameo no hay una pa­labra para decir "gracias", pero, cuando es necesario expre­sarlas, otros términos suplen esa carencia. Es el caso del verbo "amar" en el v. 42. Por eso, el significado de la pregunta de Jesús es: ¿Quién de ellos le estará más agradecido? Simón contesta siguiendo el dictamen del sentido común: "Supongo que aquél a quien condonó más". Y Jesús acepta la conclu­sión: "Haz juzgado bien".
3.—'TUS PECADOS ESTAN PERDONADOS.,.": vv. 44-50.
Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer?
Al entrar en tu casa no me diste agua para los pies: ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas,
y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso;
ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite; ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo:

¡Perdonados están sus pecados —sus muchos— (pecados) porque ha amado mucho! A quien poco se le perdona, poco ama": w.44-47.

Impresionante reclamo, punto por punto. A las tres omi­siones de Simón el fariseo, el bueno, el puro, el justo..., res­ponden las expresiones de intenso amor y de gratitud humilde de la pobre pecadora. Los "pies de Jesús" son mencionados hasta tres veces.

 La mujer ha escuchado a Jesús; ha visto la misericordia que tiene hacía los pecadores; lo ha oído ofrecer y dar el per­dón.
 Y allí está: arrepentida por haber ofendido a Dios y aman­do a profusión, humildemente segura de alcanzar, también ella, el
 perdón de Jesús. Y sus lágrimas y sus besos son a la vez ricas expresiones de amor y de fe, de arrepentimiento y de
 gratitud, que se entrelazan y entremezclan.

En otras palabras, el caso concreto de la mujer supera las leyes estrictas de la parábola, y si algo prevalece es la manifestación de un inmenso amor hacia Jesús.
Jesús no tiene más que dirigirse a ella y decirle, con toda su ciencia y su autoridad:
" ¡Perdonados están tus pecados!": v. 48
El perfecto "perdonados están" indica el estado actual en que se encuentra la mujer. Sus pecados no existen ya. Jesús se los ha perdonado.
Ante tales palabras de Jesús, "los comensales comenzaron a decirse para sí: ¿Quién es éste que hasta perdona los peca­dos?": v. 49.
"La admiración de los asistentes hubiera podido ser aun mayor. No solamente Jesús perdona los pecados con su auto­ridad, lo que superaba la idea común sobre el Mesías; sino que mira como dirigidos a Dios los actos que la pecadora ha hecho a su persona. El es el acreedor divino que perdona" (Lagrange). Pero el gesto de los presentes, probablemente también Fariseos, no es sólo de admiración, sino de crítica y de inaceptación: cfr Mc 2,17; Lc 5,21.

Pero, sin hacer más caso, Jesús se dirige de nuevo a la mujer y le dice: "Tu fe te ha salvado. ¡Vete en paz!": v. 50. Si esta frase puede ser una conclusión generalizante: Lc 8,48, Lucas la ha colocado aquí con gran sentido teológico.
La mujer oyó la palabra de Jesús y la aceptó. Esa semilla germinó en su corazón, y vino a él llena de fe y de confianza. De su interior brotaron sentimientos de arrepentimiento y de dolor, de grande amor y de inmensa gratitud. ¡Su fe la salvól No quiere esto decir que la fe esté sobre la caridad, sino que ésta la presupone.
¡Vete en paz! La mujer puede irse ya con el corazón rebosante de profunda paz; puede tener la seguridad plena de que Dios le brinda su amistad.

Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 139-142  Instituto de Pastoral Biblica. México, 1992