jueves, 13 de abril de 2017

LAS DOS CASAS.

 Mt 7,24-27; Lc 6,47-49*

En Mateo, la parábola de "las Dos Casas" cierra el Ser­món de la Montaña, en un contexto escatológico:
"Muchos me dirán aquel Día: 'Señor, Señor, ¿no profeti­zamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?' Y entonces les de­clararé: 'Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniqui­dad!' "
"Asi pues, todo el que oiga estas palabras mías y las pon­ga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no ca­yó, porque estaba cimentada sobre roca.
Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena; cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, embistieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina".
Lucas también clausura el Sermón Inaugural de Jesús: 6, 17-49 con la parábola de las Dos Casas, aun cuando la pers­pectiva escatológica es menos acusada.
Los dos textos, que marchan de acuerdo en lo fundamen­tal, sólo se separan en detalles. Mateo, que escribe para los cristianos de Palestina, describe los fenómenos atmosféricos del otoño y del invierno en esas tierras montañosas, donde, después de la borrasca y de los fuertes vientos, se precipita el agua por wadíes profundos con velocidad vertiginosa hasta llegar a las llanuras. Si el agua torrencial encuentra a su paso una casa bien fundada sobre roca, la casa resistirá a los emba­tes; si la casa está edificada sobre un suelo arenoso, caerá ante la fuerza del torrente.
Lucas, por su parte, que no tiene ante su imaginación el panorama palestinense, habla de "cavar profundamente hasta poner los cimientos sobre la roca", y —en lugar de los to­rrentes— piensa en una inundación causada por un río que se echa encima y derriba la casa edificada sobre tierra sin ci­mientos.
EL PENSAMIENTO DOCTRINAL. Es una exigencia de Jesús. No sólo hay que oir sus palabras sino obedecer sus consignas y llevarlas a la práctica. Quien esto hace es un hom­bre "sensato, prudente" que construye su casa sobre roca fir­me. El adjetivo "prudente" utilizado por Mateo (opuesto a "tonto") es aquel que se ha dado cuenta que la venida de Je­sús ha inaugurado el mundo de los últimos tiempos, la era es­catológica: Mt 24,45; 25,2.4.8.9; Lc 12,42.
En la época de Jesús, el hombre firmemente establecido era aquel que conocía la Ley y la practicaba con cuidado. Jesús, con su parábola, aporta una novedad que debió descon­certar a sus contemporáneos: con autoridad soberana afirma que, en lo sucesivo, lo que dará estabilidad, firmeza y consis­tencia al hombre será seguirlo a él, poner en obra sus manda­tos, cumplir la Nueva Ley que él ha venido a promulgar.
No es por demás evocar el antiguo oráculo mesiánico de Isaías:
"He aquí que yo pongo en Sión por fundamento
una piedra elegida, angular, preciosa y fundamental: 
quien tuviere fe en ella no vacilará": 28,16.




*Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 81-82.  Instituto de Pastoral Biblica. México, 2011