jueves, 27 de abril de 2017

LOS CHICOS SENTADOS EN LA PLAZA: Mt 11,16-19; Le 7,31-35.

 Mt 11,16-19; Lc 7,31-35.

1.—LA PARABOLA.
Lucas nos ofrece un contexto en el que cuadra perfec­tamente la parábola de los chicos sentados en la plaza. Mien­tras que el pueblo y los publícanos han aceptado el bautismo de Juan y reciben a Jesús, los Fariseos y los Escribas recha­zan al uno y al otro: Lc 7,29-30; cfr Mt 21,31-32.
Ante tal situación, Jesús pronuncia su parábola:
"¿A qué compararé tos hombres de esta generación?
¿y a qué son semejantes?
Son semejantes a chicos sentados en la plaza, que, gritando a los otros, les dicen: 'Os hemos tocado la flauta y no habéis bailado; os hemos entonado endechas y no habéis llorado'.
Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan
ni bebía vino, y decís: 'Tiene un demonio.
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís:
'He aquí un hombre comilón y bebedor,
amigo de publícanos y pecadores'.
Pero la sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos"Lc 7,31-35.
Esta parábola refleja su antigüedad en varios detalles: El ritmo de las frases de los chicos acusan un origen arameo.
Juan y Jesús son presentados en un mismo nivel, siendo que la Iglesia primitiva insistió en la subordinación de Juan a Jesús.
Jesús es tachado de 'comilón y bebedor', por tanto mere­cedor de lapidación, según Dt 21,20; se sienten aquí las críticas mordaces de sus adversarios.
La parábola no es de fácil comprensión, pero el senti­do más adecuado parece ser el siguiente. El dicho de Jesús re­produce tal vez una canción popular que llevaba esa letra, y que pesentaba a chicos sentados en la plaza con sus instru­mentos musicales, que invitaban a los amigos a bailar danzas de boda o a jugar a los funerales; pero no aceptaron ni una ni otra cosa, prefiriendo más bien estar de ociosos y no entregar­se a ejercicios de más vigor. De allí que los chicos increpen a esa juventud apática e indolente.
2.—APLICACION DE JESUS.
Jesús increpa a la generación de apáticos judíos que todo se les va en criticar. Dios ha enviado a sus últimos mensajeros con misiones aparentemente diferentes y ni a uno ni a otro han hecho caso: Juan ayuna y lanza un llamado a la penitencia y lo creen endemoniado; Jesús come y bebe y proclama la Buena Nueva, y lo tachan de comilón, borracho y pecador.
¡Nada importa! La Sabiduría divina, que ha formulado su plan de salvación, no necesita aprobación alguna de parte de nadie. "Su sabio designio se realiza por su propia virtud y se justifica a sí mismo" (BJ).
Lucas ha personalizado la idea, y escribe: "Pero la Sa­biduría se ha acreditado por todos sus hijos". Los hijos de la Sabiduría, esto es, los hijos de Dios infinitamente sabio han reconocido y aceptado el plan salvífico de Dios.




*Salvador Carrillo Alday M.Sp.S. LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO. pags. 83-84 Instituto de Pastoral Biblica. México, 2011